jueves, 9 de diciembre de 2010

Muerte de la idealización, nacimiento de la esperanza


***Pérez Bonalde se hubiera devuelto al ver esta Caracas cansada y sucia.

«¡Caracas, allí está!», dice el auriga, y súbito el espíritu despierta
ante la dicha cierta de ver la tierra amiga.
¡Caracas allí está; sus techos rojos, su blanca torre, sus azules lomas..
Hay fiesta en el espacio y la campaña, fiesta de paz y amores: acarician los vientos la montaña; del bosque los alados trovadores su dulce canturía dejan oír en la alameda umbría; los menudos insectos de las flores a los dorados pístilos se abrazan;
besa el aura amorosa el manso Guaire, y con los rayos de luz se enlazan
los impalpables átomos del aire. ¡Apura, apura, postillón, agita el látigo inclemente….
"Vuelta a la patria", fragmento. José Antonio Pérez Bonalde
Cito a Pérez Bonalde porque nací en un sector de Caracas que lleva su nombre, en Catia, en una casita que luego se convirtió en fábrica de café y finalmente desapareció para dar paso a la avenida España.
El Profesor de la Universidad Simón Bolívar Aureliano Fernández nos ofrece una foto de conjunto de Caracas, en la cual puede verse con deprimente detalle el grado de ruina de la ciudad: http://www.gigapan.org/gigapans/60735/  .  Nada de techos rojos, nada de fiesta de paz y amores o de dorados pistilos que se abrazan. Es más bien una visión de lo que parece ser una ciudad cansada, sucia, abandonada por la mano civilizadora. Pérez Bonalde se hubiera regresado al barco, al ver esta Caracas tan diferente a la que él, en su exilio, idealizaba. Como hubiese dicho Max Aub, regresar a esta Caracas sería como hacer turismo al revés, ir a ver lo que ya no existe. (Max Aub, La gallina ciega).

La gigantografía del profesor Fernández tiene la virtud o la crueldad, no se como llamarla, de darle un palo cochinero a la idealización de la patria que es tan frecuente en quienes viven lejos de ella. Por mantenerme muy al día en todo lo que se refiere a mi patria no he tenido tiempo ni inclinación para idealizarla. La realidad de Caracas y de Venezuela es demasiado espantosa para permitirnos soñar que no ha cambiado. Los “Alo Presidentes” se han encargado de arrancar de raíz la nostalgia que hubiese podido sentir por los paisajes y rincones de mi patria. Ya todo ha cambiado de manera tan brutal que la patria es casi irreconocible, a menos que uno vaya a buscarla en algun pequeño pueblo de los Andes o a sentarse frente al mar en Juan Griego, a la hora del crepúsculo.
Pero, nada es irremediable. Un viejo exiliado español decía que “Quien pierde el objeto de sus recuerdos aún puede ganar la esperanza”. Hay un pasado que ya es nuestro, hemos perdido una importante parte del presente, pero existe un futuro esperando por nosotros, a ser moldeado con alegría y optimismo a semejanza de nuestras esperanzas.

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