martes, 31 de mayo de 2022

LAS MEMORIAS DE DIEGO ARRIA SOBRE BOSNIA

 

                        


Estoy terminando de leer la memoria que escribiera Diego Arria sobre su participación y experiencias en el conflicto de la antigua Yugoeslavia, específicamente la agresión a Bosnia llevada a cabo esencialmente por Slobodan Milosevic y sus militares cómplices durante los años 1991-1995, agresión que culminó con una masacre en la cual las fuerzas de Milosevic asesinaron a unos 8000 bosnios. Durante esos años miles de bosnios perdieron sus vidas o fueron desplazados de sus hogares por la furia serbia. Las muertes y despojos ocurrieron principalmente en ciudades como Ahmici, Sarajevo y Srebrenica.

Parte de estos crímenes tuvieron lugar durante el período, 1991-1992, en el cual Venezuela fue designada miembro del Consejo de Seguridad. Diego Arria, el embajador de Venezuela ante la ONU, fue designado presidente de este  Consejo en marzo de 1992 y entró de inmediato a participar en los intentos de solución de las crisis geopolíticas del momento, primero la de Somalia, la de Libia y luego la de Bosnia.

Desde sus primeros momentos en el cargo Arria tomó la determinación de jugar un papel pro-activo, a diferencia de la frecuente pasividad que suelen mostrar los diplomáticos de carrera en el seno de la ONU, organismo en el cual parecían existir dos mundos: el de la apariencia de organismo internacional que toma decisiones colectivas y el de la realidad, de organismo controlado por cinco grandes potencias que se reúnen en petit comité para tomar las grandes decisiones y, luego, informan al resto de la organización. En este juego doble, advirtió Arria rápidamente, el mismo secretario general Boutros-Gahli, así como el funcionario encargado de mantener la paz, Kofi Annan, parecían plegarse al juego de los cinco y acatar sus decisiones sin objeción.

Con el apoyo de varios países del grupo de los no alineados Diego Arria promovió  una misión de observación de la situación en Bosnia y viajó a la región en abril 1993, acompañado de los embajadores de Francia, Rusia, Hungría, Nueva Zelanda y Pakistán. Ya para ese momento Arria había advertido la actitud de relativa indiferencia de las grandes potencias ante la agresión Serbia a Bosnia y sentía que la estrategia necesaria era una intervención enérgica de la ONU en la región o, en su defecto, el levantamiento del embargo de armas a los bosnios, a fin de facilitar su defensa.

Durante su visita, no exenta de peligros, dada la situación de guerra imperante en la región, Arria pudo confirmar sus sospechas que lo que estaba en desarrollo en Bosnia era un crimen de limpieza étnica y religiosa, dado que su población era mayoritariamente musulmana. La indiferencia de la ONU tendría posiblemente que ver con la reticencia de las grandes potencias a aceptar un estado musulmán en el corazón  de Europa.

A su regreso la misión presentó un detallado informe en el cual predominaba la idea de que la agresión a Bosnia era producto de un criminal intento de Serbia, ayudado por los croatas, de eliminar el estado bosnio y de repartirse sus territorios. Arria llegó a definir lo que había visto como “un genocidio en cámara lenta”.

La actitud decidida de Arria en el seno del consejo de seguridad lo colocó en choque con el secretario general y otros funcionarios de la ONU, así como con los representantes de las cinco grandes potencias que dominaban la toma de decisiones en el seno de la organización. Eventualmente, lo pondría en colisión con su propio gobierno, ya que tomó la decisión de ignorar la orden de votar por una resolución de la ONU con la cual estaba en total desacuerdo, prefiriendo abstener al país en la votación. Ello le costó su posición, por orden del Canciller Fernando Ochoa Antich, lo cual ocurrió bajo la presidencia temporal de Ramón Velásquez, ya que CAP había sido desplazado de la presidencia por la acción del fiscal general de la república.

En 360 páginas Arria nos describe el intenso proceso del cual fue parte activa, desde su papel inicial  en la presidencia del consejo de seguridad hasta su participación como testigo de cargo en el juicio por genocidio que se le siguiera a Milosevic en un tribunal internacional radicado en La Haya, organismo cuya creación el mismo Arria había promovido activamente desde su posición en la ONU. El libro puede leerse en varios planos, como descarnado informe de un alto funcionario internacional y, quizás de manera más apropiada, como el testimonio frecuentemente apasionado de un venezolano quien, colocado en la cumbre de la organización mundial de naciones, luchó con mucho coraje para mantener principios y valores contra los intereses particulares de las grandes potencias y contra una organización burocrática que, con suma frecuencia, ha dejado de cumplir con sus  deberes de solidaridad y defensa de los pueblos oprimidos.    

Los llamados de Arria no fueron escuchados en la ONU oportunamente y, como él había pronosticado, la agresión Serbia culminó con los baños de sangre llevados a cabo en 1995. En 1999 Kofi Annan reconocería sus errores en la inacción que hizo posible esas tragedias.

Los esfuerzos de Arria ayudaron a acelerar el proceso de paz que terminó en Diciembre 1995 con la firma del Acuerdo de Dayton, gestionado por Estados Unidos, un acuerdo duro de aceptar para los bosnios pero, al menos, facilitador de la paz.

En 2014 Diego Arria fue llamado a La Haya a servir como testigo acusador de Milosevic, declarando durante seis horas, siendo interrogado por el propio Milosevic, quien actuaba como auto-defensor. Su testimonio fue un poderoso elemento de juicio para la presunción de culpabilidad de Milosevic. Sin embargo, en 2016, el acusado murió en su celda de un infarto y su muerte – como ocurrió con la de Hugo Chávez – lo salvó de una condena y un severo castigo.

Este libro de Diego Arria es un documento clave para comprender la tragedia Bosnia, así como la fragilidad de la ONU, los procesos secretos que llevan a cabo las grandes potencias para tomar sus decisiones a espaldas del mundo y, muy importante, para darnos a conocer mejor el credo humanístico del autor. 

domingo, 29 de mayo de 2022

LA SALUD EN VENEZUELA: LA REVOLUCIÓN ASESINA

                               Hospital Luis Razetti, Barcelona. Foto del New York Times. 

La Universidad de Johns Hopkins en Baltimore, USA,  es sede de uno de los centros médicos y de salud más prestigiosos del mundo. Este año ha publicado los resultados de su evaluación  de la salud en Venezuela, los cuales evidencian la perentoria necesidad de intervenir humanitariamente el régimen político que literalmente está asesinando a miles de venezolanos a través de su ineficiencia, corrupción y negligencia. Ver informe en:  https://humvenezuela.com/en/report-johns-hopkins-center-for-humanitarian-health-study-on-venezuelas-health-crisis-via-simon-bolivar-foundation/

La descripción que hacen los investigadores de Johns Hopkins revela la existencia de un país en la más angustiosa ruina en lo relacionado con la salud de su población y describe con cifras como la enfermedad y la muerte se han hecho prevalentes en un país que antes de la llegada de los bárbaros poseía índices de salud comparables a los mejores de la región.

 Los venezolanos que viven bajo la revolución chavista han perdido cuatro años de expectativa de vida al compararlos con los venezolanos de 1999, cuya expectativa de vida era de unos 72 años. En el chavismo,  el venezolano vive  68,3 años en promedio, cuando en el resto de la región el promedio es de 72,5 años. Mientras las tasas mundiales de mortalidad infantil han declinado, en Venezuela han subido durante los últimos 20 años, incrementándose en un 63% en los últimos seis años, estimándose en unos 25,2 por mil, con un 80% de esas muertes en niños menores de 5 años.  Una tercera parte de las muertes ocurre por diarreas y neumonías, enfermedades directamente relacionadas con las condiciones de vida de los venezolanos. Las variables tasas de mortalidad de estado a estado, 22,6 por mil en la capital, 30 en el Zulia, 40 en Delta Amacuro, es un reflejo del abandono de la provincia por parte del régimen chavista.

No solo mueren los niños mueren sino también las madres. Mientras la mortalidad materna ha bajado en un 38% a nivel mundial durante los años 2008-2017, en Venezuela se ha incrementado en un 5%. Hoy día esa tasa de mortalidad es de 125 por 100.000 nacimientos, el doble de la tasa de mortalidad materna en la región latinoamericana, la cual es del 74 por 100.000 nacimientos. Las madres venezolanas que pueden hacerlo se escapan a los países limítrofes para dar a luz.

Venezuela tiene hoy una de las tasas más altas de la región de embarazos de adolescentes, unos 85 nacimientos por 1000 mujeres de edades entre 15 y 19 años. Un síntoma de la descomposición social prevalente.  

El sarampión se ha incrementado debido a la ausencia de programas de vacunación. La malaria se incrementó en un 893% de 2007 a 2017, lo contrario de lo que sucede a nivel regional. Más de la mitad de todos los casos de malaria existentes en la región latinoamericana están en Venezuela. 

La incidencia de tuberculosis dobló en porcentaje de 2014 a 2018, influida por la falta de prevención, problemas de suministro de agua y carencia de medicamentos, mientras los bodegones para las élites revolucionarias están llenos de whisky y jamones.

El gasto en salud del régimen chavista representa el 1,7 % del PIB (2018) mientras que el promedio de la región este gasto representa el 4, 1% del PIB. Lo peor de esta discrepancia es que el 52% de este gasto es desembolso directo (subsidios), es decir, no está relacionado con programas de salud de naturaleza permanente sino con caerle a realazos a los problemas a medida que se presentan.   

Un 70% de los hospitales carecen de suministro confiable de agua o electricidad. En 2020 un 53% de las camas de hospitalización se encontraban inoperables. La escasez de suministros médicos hace que los pacientes deban suministrar sus propios materiales, como si el país estuviese en guerra.  En 2021 se estimó que unos 20 millones de venezolanos carecían de acceso a servicios de salud.

¿Cuáles son las aflicciones más frecuentes de los venezolanos bajo la revolución? Aquellas que se relacionan con el colapso de los servicios públicos más básicos: parásitos, infecciones, neumonías, desnutrición. Un 90% de la población vive en la pobreza y se estima que un 32% de los niños presenta desnutrición crónica, la cual retrasa su desarrollo. La revolución está creando una sociedad de bajos niveles de crecimiento intelectual que amenaza con mantener a Venezuela en los peldaños más bajos del desarrollo humano y social.

Desde 2017 no hay información oficial sobre salud en Venezuela.

El genocidio, el exterminio progresivo de una etnia, de una clase religiosa, de una población puede llevarse a cabo de diversas maneras, no solamente asesinándola con armas como sucedió en la Bosnia de 1995. Está sucediendo en Venezuela bajo la misma esencial indiferencia con la cual las organizaciones mundiales encargadas de proteger al indefenso actuaron en aquel infortunado pequeño país europeo (leer el libro de Diego Arria: “Guerra y Terrorismo en el corazón de Europa”). En Venezuela no hay una guerra declarada pero si existe un proceso genocida que amenaza con borrar a Venezuela del mapa de las naciones que poseen niveles mínimos de factibilidad. Mientras esto ocurre, una porción de las “fuerzas vivas” del país ha pasado a ser cómplice de este inmenso asesinato, al colaborar activamente con el régimen y pedir la flexibilización de las presiones orientadas a obligar al régimen a cumplir con sus deberes con la población venezolana y detener el genocidio.   


jueves, 26 de mayo de 2022

GUNS IN CRIMINAL HANDS: THE UGLY FACE OF THE AMERICAN DREAM

 

                  This ad says that possesing this gun will make you a man..... I disagree

As a Venezuelan born senior citizen, close to my 89th birthday and naturalized U.S. citizen since 2011, I am grateful every day for all the happiness and stability that this wonderful country has brought to my life. I have lived in the U.S., off and on, for about 34 years, first as a geology student in Tulsa, Oklahoma; as a member of Harvard’s fellows program; as an employee of the Interamerican Development Bank in Washington and of an oil company in the Gulf of Mexico, finally, as an immigrant in 2003 to this date. Most, if not all, of my years in the U.S. have been truly idyllic. I can say I have fulfilled my American dream, living modestly, quietly, secure and surrounded by friends, in a beautiful corner of Virginia.

As a naturalized citizen I have always been conscious of my limitations to understand fully all the complex social situations taking place in the country, lacking the benefit of being native born and the historical legacy that would allow me to participate with confidence in the discussion of the great national issues.

Legally, of course, I have a right to do so but I still feel hesitant, believing that I cannot see the issues as clearly as the U.S. born and raised could. As a result, my blog has thousands of entries dealing with every conceivable topic but very few have been dedicated to U.S. national issues, other than those in the energy field plus a few on general politics.  

But I think is time for me to exercise my right to an opinion on a national issue of the gravest importance, such as gun violence and what can and should be done about it.

Gun violence is a horrible U.S. reality and it has progressed under the umbrella of the U.S. constitution, specifically its second amendment:

“A well-regulated Militia, being necessary to the security of a free State, the right of the people to keep and bear Arms, shall not be infringed”.

This constitutional amendment protects an individual right to possess a firearm unconnected with service in a militia, and to use that arm for traditionally lawful purposes, such as self-defense within the home.”

This amendment was passed in 1791, 246 years ago. The social environment of the country is quite different today. There are sophisticated systems of civic protection run by the governments of the states as well as by the federal government. Families are no longer living in the frontier without defense other than their own rifle. And yet, about 42% of all American homes have at least one gun, a percentage that has remained steady for the last 50 years. One in every three guns in the world is in the hands of an American. Obviously, the second amendment has become deeply entrenched in the minds of millions as a civic right and has become part of a “religious” set of beliefs that have made the U.S. different to any other civilized society.

The massive ownership of guns and the low level of gun control existing in the country have made the United States the developed country where deaths by fire arms are, by far, the worst: see https://worldpopulationreview.com/country-rankings/gun-deaths-by-country, 2019.

1.                Brazil (49436)

2.                United States (37038)

3.               Venezuela (28515)

4.               Mexico (22116)

5.               India (14710)

6.               Colombia (13169)

7.                Philippines (9267)

8.               Guatemala (5980)

 There are U.S. 23 states where there is no need to carry a license to bear arms. Congress has been remarkably lax in considering stricter controls of gun ownership. As a result anyone who is not an obvious mental case can buy a gun like the one used by the 18-year old in Texas, who killed 17 children and two adults before being shot down himself.

The U.S. has surpassed 200 mass shootings this year

Last year there were 693 mass shootings in the U.S.

This year The Gun Violence Archive, an independent data collection organization, has counted 212 mass shootings that have occurred. It defines a mass shooting as an incident in which four or more people were shot or killed, excluding the shooter, see: https://www.npr.org/2022/05/24/1101050970/2022-school-shootings-so-far

Gun violence is almost certainly the cruelest and the most unexpected social disease in what is, in many other ways, one of the most civilized societies in the world.

AND NO POLITICAL WILL EXISTS TO SOLVE IT

In congress most attempts at increasing gun control have failed due to lack of political will among its members.  Just a few days ago, Senator Ted Cruz said, when asked about increasing background checks to buy guns: background checks chip away at gun rights and, ultimately, will take away guns…. You see Democrats and a lot of folks in the media whose immediate solution is to try to restrict the constitutional rights of law-abiding citizens”, see: https://twitter.com/i/status/1529222385236611072

The so-called gun lobby, made up of arms manufacturers and distributors, is very powerful and has distributed significant amounts of money to congressmen to recruit them to their side.

See table below, source: https://www.opensecrets.org/news/issues/guns/

TABLE: Top 20 recipients of funds from gun rights interests among members of Congress, 1989-2020

 

 

Member

Party

Office

State

Total from Gun Rights

Outside Spending Gun Control Opposed

Outside Spending Gun Rights Support

Ted Cruz

R

S

TXS2

$442,333

$8,011

$154,504

Steve Scalise

R

H

LA01

$248,058

$861

$2,988

John Cornyn

R

S

TXS1

$238,875

$861

$263,275

Don Young

R

H

AK01

$223,138

$861

$163,876

Pete Sessions

R

H

TX17

$202,926

$12,861

$30,827

Ron Johnson

R

S

WIS2

$197,993

$21,354

$1,044,306

John Thune

R

S

SDS1

$186,260

$861

$579,134

Mitch McConnell

R

S

KYS1

$179,557

$30,621

$827,616

Ken Calvert

R

H

CA42

$166,116

$861

$2,781

Pat Toomey

R

S

PAS1

$162,676

$152,102

$956,630

Marco Rubio

R

S

FLS2

$161,044

$861

$1,008,030

Kevin McCarthy

R

H

CA23

$159,400

$861

$12,546

Roy Blunt

R

S

MOS1

$154,543

$861

$1,410,401

Marsha Blackburn

R

S

TNS1

$136,718

$861

$642,427

Devin Nunes

R

H

CA22

$133,543

$861

$340

James M Inhofe

R

S

OKS2

$132,050

$861

$14,595

Richard Burr

R

S

NCS2

$123,700

$861

$1,404,945

Lindsey Graham

R

S

SCS2

$123,266

$861

$186,245

Rand Paul

R

S

KYS2

$116,730

$861

$99,955

Steven Daines

R

S

MTS2

$112,180

$861

$453,920

Rob Portman

R

S

OHS2

$110,006

 

 The gun lobby

The National Rifle Association is the symbol of the U.S. gun-driven culture. We all remember the photo of the great Charlton Heston with a rifle in his hands, shouting that they will only take the gun away from “His cold dead hands”, in a pose so different from the Moses or the Ben Hur we associate him with.

  


The NRA will hold its national convention next week in Houston, not far from where the latest gun generated carnage took place, the town of Uvalde. In a dramatic move the company that builds the firearm used by the 18 year-old to kill the children and adults, Daniel Defense, has abruptly withdrawn from participating in the meeting, fearing they could become the target of severe retaliation. One of the main speakers announced is former president Donald Trump, one of the most influential political supporters of the organization.

 This horrible social cancer that is eroding the national soul of the United States has no cure in sight because it has become part of a collection of ideological fetishes, a macabre political voodoo that represents a perverted /inverted version of American exceptionalism.