martes, 13 de julio de 2021

DE CAMINOS Y DE HUELLAS


Hay caminos y hay huellas en el camino. Pero mientras el camino existe en lo físico,  las huellas esencialmente pertenecen al mundo de la mente y se comienzan a borrar casi desde el primer momento en que se hacen, aún la de aquellas personas que han dejado una profunda impresión en nuestros corazones.    

Advierto, al menos,  cuatro categorías de huellas que dejan los seres desaparecidos: sentimental, social, histórica y geológica  

La Huella sentimental

Este es el tipo de huella más profundo pero, tristemente, el de más corta duración. Su intensidad depende de  las características personales de quien la deja, del grado de impresión que haya producido entre quienes lo conocieron  y el tipo de relación que haya mantenido con quien le sobrevive. Es dejada por la madre ejemplar, la noble esposa, el padre o el amigo digno y recto, la generada por un gran amor.  Esta es una huella muy hermosa, muy intensa, la cual reside en el corazón de quienes amaron a la persona que ha dejado de existir, pero es de muy breve duración, limitada por la existencia de los miembros íntimos de su entorno, a lo sumo una a dos generaciones. Es la huella que deja  el inolvidable e irremplazable cónyuge, los padres, abuelos y  el amigo entrañable. Es una huella de gran fuerza íntima.  Una vez su entorno íntimo, la que guarda su huella, va desapareciendo, la persona muere por segunda vez, esta vez de manera más definitiva.  Para las generaciones posteriores la huella se hace incierta y frágil, como  la estela de un pequeño bote que desaparece en el océano infinito o como los granos de arena de la playa que son cubiertos por nuevos sedimentos acarreados por los ríos.   

La Huella Social

                                                              Arturo Uslar Pietri


Es la generada por una vida que tuvo un impacto colectivo en la sociedad a la cual la persona ausente perteneció, destacado (a) en las actividades políticas, artísticas, literarias o científicas. Es el gran poeta, el médico que salvó vidas, el (la) atleta excepcional. Hay hospitales, plazas en los pequeños pueblos o calles que llevan sus nombres. La  sociedad de la cual formó parte lo (la) reconoce con especial afecto. Esta es una huella que dura varias generaciones, entre  cuarenta o más años, pero se va difuminando en el tiempo hasta que, a lo sumo, unos cien años después su memoria se pierde y es remplazada por otras más recientes, de similar prestancia.   

La Huella Histórica

                                                                   Andrés Bello

Esta es la huella que imprimen los héroes de una sociedad,  hombres y mujeres quienes han modificado el curso de la historia en sus comunidades y países. Han descubierto un remedio contra el cáncer, han ido a la Luna,  han sacado a sus países de la miseria o los han liberado del yugo extranjero,  han descubierto nuevos mundos, han escrito epopeyas.  Son recordados (adas) por centurias, es decir, por porciones importantes del tiempo histórico, el cual puede llegar a medirse en miles de años. Pero, algo pasa con su memoria en el curso del tiempo, que se van transformando en leyenda o se van relegando a polvorientos textos de historia o se refieren, cada vez más, a los hechos que ellos protagonizaron y no a la persona que él o ella fueron. Sus figuras se van idealizando, lo cual equivale, en cierta forma, al olvido de la persona,  a su transmutación en monumento.  

LA HUELLA GEOLÓGICA

                                                    Trilobites del Cámbrico

Finalmente, hay una huella geológica, de la cual el ser humano apenas participa, ya que solo llegó a la escena hace un “minuto” del reloj geológico de 24 horas. Aunque los primates, los primeros antecesores del hombre, se conocen desde el cretácico -  unos 80 millones de años - y los primeros antropoides datan de unos 2.5 millones de años, del paleolítico inferior,  los primeros indicios del  Homo sapiens apenas surgen desde unos 300.000  años. Los restos fosilizados de estos antecesores representan su huella pero es una huella de la especie, no del individuo. Tengo en mi mesa de trabajo un trilobites fosilizado que debe tener entre 350 y 380 millones de años. Solo puedo llamarlo trilobites, su nombre filogénico. No sé “quién” era, donde andaba, quienes fueron sus compañeros, que hizo en su vida. No tiene  huella histórica, social o sentimental.

La huella imborrable es una aspiración humana, bella pero imposible, como lo es el mismo sentido de la vida.  

  

 

 

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