sábado, 30 de marzo de 2019

Quien liderará a la nueva Venezuela: un Jefferson, un Adams?




Una bella biografía de Thomas Jefferson y John Adams: “Friends Divided”, de Gordon S. Wood, establece comparaciones, similitudes y diferencias entre los dos grandes hombres. Fue una notable coincidencia que ambos murieran el mismo día y que ese día  fuese el 4 de Julio de 1826,  en el cual la independencia de los Estados Unidos cumplía 50 años y se preparaban grandes fiestas para conmemorarla.  
Entre las muchas diferencias entre los dos hombres el biógrafo apunta que Jefferson siempre tuvo un mayor sentido de la política que Adams. Sabía variar su mensaje dependiendo de la audiencia, mientras que Adams siempre decía exactamente lo que sentía, independientemente del momento y de la audiencia. Con frecuencia (supongo que no siempre) Jefferson le decía a sus compatriotas lo que ellos deseaban oír mientras que Adams les decía lo que ellos necesitaban oír.
Sin embargo, Jefferson no fue un populista, en el sentido moderno y peyorativo del término. Lo que Jefferson quería hacer era inspirar a sus compatriotas a ser mejores diciéndoles que ellos representaban una sociedad “excepcional” y que podían lograr lo que se proponían. Jugaba un poco el papel del profesor Higgins en la obra “Pigmalión” de George Bernard Shaw, quien deseaba inspirar a su pupila Eliza Doolittle, a ser mejor. El efecto Pigmalión, como se ha llegado a llamar,  es uno mediante el cual una persona consigue lo que se propone a causa de la creencia que otros tienen en ella de que puede lograrlo. Es lo que también se ha llamado refuerzo positivo o la teoría de la esperanza.
Adams compartía con Jefferson la creencia de que el hombre puede hacer lo que elija hacer, pero su ancestro puritano le hacía receloso de la capacidad del ser humano de lograrlo sin que se le advirtiera sobre los obstáculos a vencer. En lenguaje moderno, Jefferson le decía a sus compatriotas que eran chéveres mientras Adams les decía que podrían llegar a serlo si hacían el esfuerzo necesario y si no creían que todo les pertenecía por derecho.  
Comprensiblemente Jefferson llegó a ser y ha sido históricamente mejor recibido por sus compatriotas que Adams. Tiene un monumento en Washington que Adams nunca ha podido tener y por cada libro dedicado a Adams hay diez dedicados a Jefferson. Se dio la paradoja de que Jefferson, siendo un aristócrata y dueño de esclavos, se alineó con los intereses de la clase media mientras que Adams, un producto de estricta clase media, sin dinero y sin esclavos, se convirtió en un líder muy conservador, apegado a las tradiciones.
Es posible – de manera muy empírica -  simplificar las complejas personalidades de estos grandes hombres y hablar de una actitud “Jefferson”  y de una actitud “Adams” para caracterizar a los líderes de otros tiempos y de otras latitudes, ya que los dos estilos pueden ser muy positivos o muy negativos, dependiendo del énfasis con el cual se utilicen. En lo negativo, el líder a lo Jefferson se torna en populista, a lo Eva Perón o a lo Hugo Chávez y arruina a su pueblo. En lo positivo se convierte en una fuente de inspiración, a lo Mandela o a lo Ataturk y lleva a su pueblo a la liberación. En lo negativo, el líder a lo Adams mantiene a su pueblo en un relativo atraso, a lo Juan Vicente Gómez o a lo Alfredo Stroessner y en lo positivo, sirve de guía a la modernización de su pueblo, a lo Fernando Henrique Cardoso o a lo Rómulo Betancourt  
La escena política venezolana de los últimos 80 años ha tenido una indeseable abundancia de líderes a lo Jefferson en su variante negativa, del populismo. Estos líderes le han hecho creer a los venezolanos, ayudados por el espejismo de la riqueza petrolera,  que integraban la sociedad más feliz del planeta, predestinada a la grandeza, condenada al éxito. Después de la muerte de Gómez tuvimos una década de un liderazgo positivo, a lo Adams, bajo López Contreras y Medina, interrumpido por un breve liderazgo de tres años a lo Jefferson liderado por Rómulo Betancourt y Rómulo Gallegos. Los diez años de la dictadura de Pérez Jiménez desafían toda clasificación porque, aunque el gobierno fue paternalista y su resultado no fue el atraso material y social, si fue de un claro atraso en lo político y en lo relacionado con los derechos humanos de los venezolanos.
Las presidencias de Betancourt, Leoni y Caldera fueron de un claro corte a lo Adams, un liderazgo  de corte conservador, empeñado en alejar al pueblo de los peligros del mesianismo político y de las promesas falsas. En esos años Venezuela experimentó la mayor democracia verdadera de su historia y el país avanzó firmemente hacia un nivel de país desarrollado. La políticas de estado fueron de naturaleza social pero no populistas.     
El gran cambio en la naturaleza del liderazgo político venezolano llegó con Carlos Andrés Pérez, un presidente cuyo primera presidencia comenzó con grandes aciertos a lo Adams y terminó como una caricatura jeffersoniana, en una orgía francamente populista. De su sensato llamado a administrar la abundancia de ingresos petroleros con criterio de escasez, CAP pasó a la locura de la Gran Venezuela, un delirio de grandeza que llevó al país a un colapso económico de grandes proporciones. CAP llevó a su presidencia ideas de Venezuela como líder continental, si no mundial, de afiebradas visiones de potencia industrial, de un país destinado a la grandeza. La visión de Venezuela de CAP era la de un país superior, el cual se merecía todo y lo tendría todo. Su presidencia fue, en gran medida, una continua fiesta de auto-felicitaciones. La era populista que CAP inauguró en 1975 ha durado más de 40 años, hasta hoy, con una breve interrupción – curiosamente  - durante su segunda presidencia. En esta segunda presidencia CAP trató infructuosamente de reparar el daño hecho en su presidencia anterior, tratando de hacer una presidencia de corte austero, racional, modernizante, destinada a desmontar dogmas y mitos populistas. Sin embargo, este esfuerzo loable recibió el rechazo de una sociedad malcriada durante años de entusiasta adulación y de incitación al estatismo facilista  por parte del liderazgo político.  
¿Y ahora qué? Venezuela requerirá emprender de nuevo su camino después de la pesadilla de los últimos 20 años. Para ello necesitará un liderazgo que pueda combinar los aspectos actitudinales positivos de Jefferson y de Adams, que sea fuente de inspiración para estimularnos al progreso  sin hacernos sentir que somos el obligo del universo, que nos advierta en contra de nuestras limitaciones sin llegar a la auto-flagelación. No es posible seguir diciendo a los venezolanos que Venezuela puede ser autárquica, que es un país rico, que es un país chévere, que la fiesta solo se ha interrumpido por un tiempo pero que puede ser recomenzada. Sería un crimen cambiar los nombres de los dirigentes pero dejar intactas las políticas estatistas que nos han arruinado y las absurdas ideas mesiánicas que han infectado al liderazgo político del pasado.
Se necesitan Jeffersons quienes nos alienten a seguir adelante pero también bastantes Adams que nos señalen los peligros y los obstáculos del camino.     

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente rwdlexión. Por lo que se ve, se quiere continuar el bochinche. El problema es que con esa actitud no se sale del narcoestado y se corre un riesgo cierto de desintegración nacional.

Por cierto, Jefferson tuvo descendencia con sangre afroamericana, pues tuvo hijos con una mulata, aunque el asunto sigue siendo objeto de controversia.

Anónimo dijo...

Don Gustavo un placer nuevamente leer estos interesantes artículos. Si me lo permite yo no desearía para Venezuela ni un Jefferson o Adam aunque ambos personajes están repletos de virtudes. Me atrevería a optar por un presidente estilo Andrew Jackson, muy particular pero efectivo en sus acciones y decisiones para contribuir al mayor exponente mundial de Democracias como los EEUU, por ello quizás un Leopoldo López sea el mas idóneo.