martes, 13 de agosto de 2019

Patriotismo, sí. Patrioterismo no.



En Venezuela la noción de patriotismo siempre ha estado a la vanguardia de las virtudes venezolanas. Hablamos de la necesidad de ser honrados, humanos, solidarios, desinteresados, responsables y de tener muchas otras cualidades, pero la referencia al patriotismo siempre está entre las primeras. Probablemente esa característica esté reforzada por el papel que han jugado los venezolanos en la lucha por la independencia de otros países latinoamericanos. En países vecinos  nuestros equipos deportivos son frecuentemente denominados los “patriotas”. Parece ser que el concepto de amor por la patria está particularmente arraigado en nuestra cultura.
El patriotismo es un concepto esencialmente positivo. Nadie puede objetar el sentir amor por la patria que nos ha visto nacer, donde ha transcurrido la mayor parte de nuestras vidas. Muchos de los momentos vividos han sido de felicidad o de tragedia colectivas y los hemos compartido con nuestros compatriotas, lo que refuerza nuestro sentimiento de pertenencia a una gran familia. Ganar una serie mundial de béisbol amateur todavía es celebrado en Venezuela como un momento glorioso de nuestra historia. ¿Quién no recuerda al “Chino” Canónico o a Benítez Redondo? Cuando el deslave de Vargas todos los venezolanos lloramos juntos. Los certámenes de belleza nos dieron ocasión de regocijarnos.  Nos sentimos orgullosos de los éxitos de nuestros compatriotas en el exterior. Cerramos filas en solidaridad con las víctimas de terremotos y otras debacles de la naturaleza en países hermanos. Reímos y lloramos juntos.
Esa es mucha de la esencia del patriotismo. Ser habitantes de un hogar común, además de reconocernos como familia. Rara vez me equivoco al ver un atleta en la televisión  al decir: “ese es venezolano”. Y si habla, más rápidamente todavía lo identifico. Sentimos el triunfo de un venezolano que es ahora presidente de MIT como nuestro. O decimos de Cruz Diez: ese fue un gran venezolano. O de Gallegos: Ese fue nuestro presidente y nuestro mejor novelista.  Tenemos amplias razones para sentirnos orgullosos de muchos de nuestros compatriotas.
Somos una gran familia, no hay dudas. Y ello hace del patriotismo, casi, un sinónimo de amor por la familia. Es hermoso sentirse miembro de la gran familia colectiva venezolana.
 Estas reflexiones también me llevan a otras consideraciones sobre patriotismo que pudieran diferir de la tradicionalmente manejada en Venezuela.
¿Cuál es mi noción de patriotismo?
1.    Patriotismo es el amor por la tierra que me vio nacer. No solo por nuestros paisajes sino, más importante aún, por la gente buena, sencilla y cordial que hemos llegado a conocer y a tratar durante nuestra vida. En este sentido, el patriotismo es un concepto estrechamente enlazado con sentimientos de solidaridad
2.    Patriotismo  es hacer todos los esfuerzos posibles, como miembro de una gran familia, para que el país Venezuela llegue a ser una sociedad civilizada, humana, solidaria, democrática y libre
3.    Patriotismo es tratar de incorporar a nuestro terruño a la comunidad de sociedades que hacen posible que sus miembros disfruten de una vida mejor, a través de los adelantos tecnológicos y científicos,
4.    Patriotismo es conciencia de que somos miembros de una sociedad global, con oportunidades y amenazas y de que la defensa de esa sociedad global debe prevalecer sobre cualquier objetivo parroquial. Los seres vivos, desde las hormigas hasta los seres humanos, hemos aprendido que la supervivencia de la especie tiene mayor jerarquía que el logro de los objetivos individuales. En este sentido el verdadero patriotismo trasciende la búsqueda de una ventaja tribal y debe ser  definido como el logro del bienestar colectivo,  de nuestro planeta. En última instancia nuestra patria es La Tierra, más que las entidades político-territoriales en las cuales ese planeta está dividido y las cuales han ido cambiando a través de los siglos.
Por todas esas consideraciones me desligo de la tradicional actitud de muchos compatriotas, quienes dicen que todo lo que le dé ventajas a  Venezuela tiene que ser lo deseable, como, por ejemplo, llegar a producir 10 millones de barriles de petróleo pesado de la faja del Orinoco, con todo lo que ello significaría en términos de asalto al ambiente del planeta, el cual ya está seriamente amenazado de muerte. O, por ejemplo, perdonarle a Daniel Trump sus graves problemas de personalidad y de actitud porque se ha convertido en nuestro mejor aliado en contra del horrible cáncer chavista/madurista. Uno de esos admiradores de Trump me escribía diciéndome que a él no le importaba que Trump fuese un patán porque no lo quería “para casarse con su hija” y que lo que le importaba era su postura frente a Maduro. En vano traté de decirle que uno puede apoyar una actitud sin tener que aceptar la otra.  Otro ejemplo es el de las sanciones estadounidenses en contra del régimen chavista/madurista, las cuales son criticadas por venezolanos que argumenta que atentan contra  nuestra soberanía. Dicen ellos que ningún venezolano patriota debe apoyarlas y que hacerlo es “traición a la patria”. Pienso que ese grupo ejerce un falso patriotismo porque lo utilizan como un disfraz para esconder sus verdaderos sentimientos de odio contra lo extranjero así como sus complejos de inferioridad frente a sociedades más desarrolladas que la nuestra. Otro ejemplo es el desastre que ha generado la política de soberanía petrolera de Hugo Chávez y Rafael Ramírez, la cual ha conducido a lo que vemos hoy, una PDVSA arruinada y desprestigiada mundialmente por su incompetencia y corrupción. Esa gentuza se arropó con la bandera de Venezuela para hacerle creer a los venezolanos que la alianza con China, Rusia, Vietnam, Cuba, Bielorrusia, etc. era preferible a aceptar lo que ellos llamaban  “imperialismo estadounidense” en nuestra industria petrolera. Es noción de falso patriotismo fue  definida por Samuel Johnson  como “el último refugio de los granujas” y de manera igualmente condenatoria por Miranda, cuando dijo: “Bochinche, bochinche, esta gente solo sabe hacer bochinche”.    
Comulgo con la idea de Andrés Eloy Blanco cuando decía que el jefe civil del pueblo había tenido que hacer preso a su mejor amigo, el agricultor, por haber violado la ley pero iba todos los días a regarle su sembradío. Podemos querer a nuestra familia sin dejar de actuar como es debido frente a sus errores como miembros de la sociedad. No comparto la grotesca advertencia de la matrona de los llanos que le advertía, orgullosa, a las otras señoras del lugar: “Escondan a sus becerras porque mi novillo anda suelto”, haciendo de la barbarie un motivo de orgullo familiar.  Patrioterismo no debe remplazar al verdadero patriotismo, ni debe sacrificar la justicia y la razón a la lealtad a la tribu.
Por ello no creo que ni Gómez ni Chávez, mucho menos Maduro, son patriotas. Quienes han asesinado, robado, encarcelado y torturado, quienes han convertid a Venezuela en una hacienda particular o en un pantano moral pueden merecer ese apelativo.
Por ello no he creído nunca en aquello de “Alemania sobre todos”, ni “Mi patria con razón o sin ella” ni “Pongamos a  América de primero”, ni “la soberana Revolución Bolivariana”, ni “el Gran Salto Adelante” u otros clichés que frecuentemente solo han servido para esconder el fanatismo y las  graves desviaciones mentales del liderazgo político de turno.
Patriotismo verdadero, sí. Patrioterismo, no.   


1 comentario:

Maria Teresa van der Ree dijo...


Excelente artículo,

Lo publiqué en Twitter y Facebook

Saludos,

MT