En la pandilla creada por Hugo Chávez para saquear a Venezuela se destacan
una media docena de criminales, por su carencia de escrúpulos y su perversidad:
Jorge y Delcy Rodríguez, Diosdado Cabello, Rafael Ramírez Carreño, Cilia Flores
y Tareck El Aissami. Son los seis ases de una baraja maldita que ya tiene 21
años arruinando al país.
El Aissami ha desempeñado varios papeles en la tragicomedia chavista: puente
con el terrorismo islámico, rapaz empresario, abusivo gobernador de Aragua,
ministro de Chávez y de Maduro, vicepresidente del régimen, lavador de dinero, narcotraficante
sancionado por las democracias del planeta, es decir, toda una carrera criminal
cuya magnitud ha sido desproporcionada a su relativa juventud. Su más reciente
papel de Ministro de Energía y Petróleo lo ha llevado
a exhibir un gran cinismo y dotes de mitómano.
Cuando esta perla llegó al ministerio hizo la promesa, mezcla de ignorancia y
fanfarronería, que pondría a PDVSA a producir 1,5 millones de barriles diarios
al fines de 2021.
Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha de la promesa y se
evidenciaba lo imposible que sería cumplirla, el mitómano se vio obligado a
moderar su promesa. Dijo que PDVSA terminaría el año produciendo un millón de
barriles diarios. Hace un mes apareció
una noticia según la cual, por un día en Diciembre, la producción de PDVSA
había sobrepasado los 900.000 barriles diarios, ver: https://www.vozdeamerica.com/a/podra-venezuela-producir-pronto-un-millon-de-barriles-de-crudo-al-dia-/6349016.html. Según la agencia de noticias Bloomberg ello
habría sido posible “por el pago en chatarra” y en sacos llenos de dinero a
contratistas pequeños en Venezuela, una explicación absurda que irrespeta
nuestra inteligencia, ya que en el país no hay equipos de perforación activos,
ni equipos ni materia prima que harían posible este resurgimiento.
No contento con echar a la calle esta noticia, El Aissami anunció el 25 de
Diciembre que PDVSA había superado la producción de un millón de barriles
diarios de petróleo. Esta vez no se atrevió a utilizar a una agencia
internacional y encargó a la agencia de noticias fantoche del régimen, TELESUR,
su difusión. Con total desparpajo El Aissami “agradeció” a los trabajadores de
PDVSA por sus “heroicos esfuerzos”, casi el mismo día que estos trabajadores protestaban
ruidosamente porque se estaban muriendo de hambre (existe un video de esta
protesta).
Este descarado anuncio del delincuente ministro debe ser denunciado
vigorosamente. Yo digo que El Aissami miente y que su presencia en PDVSA es un insulto
más a lo que se intentó hacer originalmente con esa empresa. Tener hoy un
personaje de esta calaña en el sector petrolero es un insulto a la memoria
de Rafael Alfonzo Ravard, de Brígido Natera, una burla a los venezolanos que convirtieron a PDVSA en una
gran empresa internacional antes de que Chávez, Ali Rodríguez y Rafael Ramírez
le pusieran sus garras.
La OPEP reporta una producción de 625.000 barriles diarios para esta PDVSA,
cifra de fuentes confiables que está muy lejos del millón de barriles diarios que
inventa el régimen, obedeciendo instrucciones de los cubanos. Nadie puede
certificar estos volúmenes declarados por El Aissami ni hay intento alguno de
hacerlo por parte de la empresa en ruinas. Ellos mismo no saben cuánto petróleo
producen y seguramente mezclan cifras de inventarios y de petróleo importado
como producido.
No es honesto, no es éticamente permisible seguir dialogando con esta
pandilla de hampones que mantiene cautivos a los venezolanos. Creo que, quienes
lo hacen, se exponen a convertirse – algunos ya están convertidos - en parte del pantano moral en el cual se ha
hundido Venezuela. Es necesario rebelarnos. Venezuela no se salva arrodillada
frente a este grupo de semi-analfabetas codiciosos y sin otro objetivo que no
sea irse con vida a Rusia o Cuba a disfrutar de sus dineros mal habidos. Si
queremos ser nuevamente una nación digna tendremos que limpiar la casa, no
barrer la basura debajo de la alfombra, como lo está pidiendo tanta gente que
yo creía dotada de principios más sólidos.
Una sociedad que se sienta a negociar con sus captores ha perdido el
respeto de sí misma y se condena a ser de medio pelo, lo que en Los Teques llamábamos
“simiricuire”.
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