viernes, 12 de diciembre de 2025

DIARIO DE VIERNES

DIARIO DE VIERNES

 


EL DIA QUE VENEZUELA SERA UN GRAN PAIS


Como venezolano estoy muy interesado en que mi país llegue a ser un gran país. En algunos momentos de nuestra historia estuvimos cerca de lograrlo, Por ejemplo, en la etapa en la cual Betancourt cedió la banda presidencial a Raúl Leoni, este a Rafael Caldera, Caldera a Carlos Andrés Pérez, inclusive cuando Pérez entregó la presidencia a Luis Herrera. De allí en adelante comenzamos a declinar en calidad ciudadana, hasta llegar al apocalipsis Chavista que conocemos bien. Cuando hablo de grandeza refiriéndome a esa etapa lo digo porque estoy convencido de que la clave de la grandeza de un pais está en su nivel de calidad ciudadana, en el grado de arraigo que el deber ciudadano haya logrado instalarse en el corazón de la población. Durante esta etapa que he mencionado ese sentido del deber ciudadano parecía estar presente en la misma medida en la cual estaba presente el sentido de los derechos ciudadanos. La fórmula mágica de la grandeza de un país, es decir, LOS DEBERES CIUDADANOS TIEN LA MISMA IMPORTANCIA QUE  LOS DERECHOS CIUDADANOS pareció estar vigente. Tengo pocas dudas de que el ejemplo del liderazgo de la época tuvo mucho que ver con que ello fuera así. El ejemplo de civismo dado por Betancourt promovió en los presidentes que lo siguieron su mismo sentido de la majestad presidencial. El país tenía un presidente respetado y ello tuvo mucho que ver con el clima de equilibrio y bienestar social que se vivió durante esos años.

Le hice esa pregunta a la inteligencia artificial y me respondió:

La etapa de 1960 a 1980 en Venezuela fue, en términos generales, un período de gran prosperidad económica y desarrollo social, aunque con desafíos políticos y el inicio de la inestabilidad hacia el final de la década de 1970 y principios de 1980”.

En efecto, así la recuerdo yo.  Viví intensamente esta etapa venezolana y recuerdo que me sentía en pleno uso de mi condición ciudadana, consciente de mis derechos y en cumplimiento de mis deberes. Éramos un país cercano a la grandeza, lo cual quizás no advertíamos claramente. En retrospectiva, vemos que el súbito incremento del ingreso petrolero hizo que el liderazgo político de la época perdiera el rumbo que llevábamos y, en lugar de administrar la abundancia con criterio de escasez, procedió a tartar de convertir al país en lo que se llamó en aquel momento la Venezuela Saudita.

No hay nada más contagioso entre el pueblo llano que la actitud de sus lideres. El pueblo puede elevarse en su conducta ciudadana gracias a lideres capaces, honestos y visionarios como Betancourt, Leoni, Caldera 1 y CAP (1, 50%) y 2  pero su espíritu se debilita y hasta colapsa bajo lideres mediocres como lo fueron Herrera (50%) , Lusinchi, Chávez, Caldera 2 o Maduro.

Lo que muchos compatriotas describen como nuestra grandeza no tiene mucho que ver con ella. La basan, por ejemplo, en las características físicas del territorio. Oí a un gran humorista nuestro decir que Venezuela era grande porque tenía al relámpago del Catatumbo, los tepuys, el gran Orinoco, las montañas “nevadas”, las playas más hermosas. Otros dicen que somos grandes porque nuestras mujeres son las más hermosas del mundo. O porque en una época éramos los primeros productores de petróleo del mundo.

El liderazgo semi analfabeta que hemos tenido en este siglo XXI dice que somos grandes porque somos una potencia. Usan palabras rimbombantes para definir lo que consideran grandeza: potencia económica, energética, turística. La palabra potencia es usada como sinónimo de grandeza. Olvidan los casos de Suiza, los países escandinavos, Uruguay, Costa Rica, países grandes que no son potencia. O el caso de Corea del Norte o de la Rusia de Putin, que son potencia pero que están lejos de tener grandeza. O los Estados Unidos de Trump, deseando ser grande en cuerpo mientras empequeñece su alma.

Nada de esto arriba mencionado tiene que ver con nuestra grandeza. Las características geográficas y geológicas del territorio donde está asentada Venezuela son parte de un planeta que existe desde hace 4000 millones de años, en cuyo origen y formación los venezolanos no hemos tenido nada que ver. Los tepuys no nos pertenecen, nosotros pertenecemos a la porción del planeta donde existen los tepuys, o el relámpago del Catatumbo. Lo mismo nuestros ríos, montañas (ya no nevadas), lagos y playas. El petróleo se formó en su casi totalidad hace unos 45 a 75 millones de años y los venezolanos no tuvimos nada que ver con eso, el hombre no existía. Ningunos de estos atributos fisiográficos o geológicos nos conceden títulos de grandeza como país.

La grandeza es otra cosa, más íntima, más inmanente a nuestra carne y hueso. Es, en los términos más sencillos:

·      el ejercicio de una manera sensate y responsable de vivir en común,

·      equilibrar nuestros derechos en la sociedad con nuestros deberes hacia la sociedad,

·       utilizar bien, conservar, embellecer más aun, los atributos fisiográficos que nos han sido dados. Es decir, conservar debidamente nuestros ríos, playas, lagos y montañas.

·       proporcional a nuestra capacidad de mejorarnos como individuos y como nación, de ser miembros contributivos de una comunidad.

Como se puede ver, estos atributos que enumero como ingredientes de la verdadera grandeza no tienen mucho que ver con tamaño, con fisiografía, con la hermosura física de nuestras mujeres o el inmenso reservorio de petróleo que se encuentra en nuestro subsuelo. Tiene que ver con nuestras mentes y nuestros corazones, con nuestras actitudes ante la vida en sociedad, con el grado de pertenencia que mostramos en nuestra vida en común, con nuestros deberes hacia cónyuges, familia, amigos y congéneres, en nuestra manera de establecer las prioridades sobre nuestras vidas, es decir, con todo lo que se puede llamar ciudadanía, la pertenencia a un grupo social que comparte una historia y un destino común.  

Tomar nuestro lugar de remero en el inmenso barco de la nación, al mismo ritmo y en la misma dirección del progreso de quienes conviven con nosotros nos llevara a la grandeza.

¿Es esto posible? Por supuesto que sí. Aprender a ser un buen ciudadano activo y contributivo al progreso y bienestar de nuestra Sociedad es posible. Mas aun, sin que una masa crítica de la población aprenda a serlo el país no podrá progresar, no importan los barriles del petróleo, la belleza de nuestras mujeres y la impresionante luz del relámpago del Catatumbo. Aprender es relativamente sencillo con la implantación de un sistema de educación ciudadana a nivel nacional, de carácter obligatorio durante toda la vida infantil y adolescente de cada venezolano. Toma tiempo, pero va surtiendo efecto positivo cada día que permanece en funcionamiento. Al convertirlo en componente permanente de la acción educative se lleva a cabo de manera insensible, se confunde con las actividades que llevamos a cabo de manera instintiva, como el comer y el dormir.

Educarse para la buena ciudadanía debe ser para cada venezolano tan integral como el comer y el dormir de sus vidas.  

La alternativa es impensable, es la eterna mediocridad.

 INFORMES DEL NEW YORK TIMES SOBRE VENEZUELA OLVIDAN LA DIMENSION MORAL



asi los ve el nyt: 


En su novela “El Cuento de la Criada” Margaret Atwood dice: “Ignorar no es lo mismo que la ignorancia. Ignorar es un acto consciente”. Considero imposible que el New York Times no sepa exactamente lo que sucede en Venezuela, por lo que debo concluir que la pobre calidad de sus recientes informes sobre el país está muy influenciada por su postura anti-Trump. Yo suscribo mucho de esa postura, pero en el caso venezolano ella genera en el diario un sesgo que está contribuyendo a la permanencia del régimen opresor e ilegítimo de Nicolas Maduro en el poder.

Durante las últimas semanas el diario ha estado publicando informes que no reflejan la realidad de la situación política venezolana, tan críticos de la lideresa democrática María Corina Machado que ello parece contribuir a la causa del régimen criminal de Maduro.

La mayoría de estos informes están firmados por Anatoly Kurmanaev. Cuando vemos su perfil en internet:  https://www.nytimes.com/by/anatoly-kurmanaev,  notamos que es un periodista ruso que escribe sobre Rusia y Ucrania. Sin embargo, sus artículos en el NYT son todos sobre Venezuela, al menos desde octubre de este ano.

El lunes 8 de diciembre, en la página A4 del NYT, edición para Washington DC, Kurmanaev publicó un análisis titulado: “LOS VENEZOLANOS QUE PODRIAN REMPLAZAR A MADURO COMO LIDER”, en el cual enumera los posibles remplazos de Nicolas Maduro en el poder, si acaso la presión estadounidense logra su objetivo de desplazarlo de Miraflores. La manera como este análisis está elaborado muestra un acentuado astigmatismo moral.

En la opinión de Kurmanaev hay seis candidatos más probables para remplazar a Maduro. Cuatro de ellos son prominentes miembros de la pandilla criminal que ha usurpado el poder en Venezuela por largos años y los dos restantes son miembros de la oposición, uno de ellos presidente electo en las elecciones de Julio 2024, robadas por Maduro.

En su análisis Kurmanaev no hace muchos esfuerzos por incorporar el ingrediente moral sino que mide las probabilidades de cada líder, en base a consideraciones esencialmente políticas, con abandono de la ética. De esta manera considera a Delcy Rodríguez como la candidate número uno a reemplazar a Maduro, llamándola “una lideresa moderada en materia económica, artífice de la estabilización económica del país” y, además, “una tecnócrata cosmopolita”.  Esta edulcorada descripción oscurece la verdadera identidad de esta persona, contrabandista de oro, directamente responsable, por su posición en el regimen, de centenares de muertes y prisiones, millones de exiliados y miles de millones de dólares robados por la pandilla. Su Hermano, Jorge Rodríguez, merece un ranking más bajo, aunque el periodista le asigna cierta “legitimidad política” como presidente de una Asamblea Nacional que es – debería saberlo - ilegitima.

María Corina Machado es reconocida por el periodista como la lideresa de la oposición. Lo cual sugiere que ve a Maduro como un legítimo gobernante, no como el usurpador que es. El rechazo que muestra Machado por los compromisos con Maduro son vistos por el periodista como un obstáculo para la solución negociada de la tragedia venezolana, la cual parece ser la ruta preferida por el analista.

Las probabilidades de Edmundo González Urrutia son vistas, correctamente, como las que poseen mayor fuerza legal. Sin embargo, el analista le resta posibilidades debido a lo que llama “sus débiles conexiones políticas”, cuando no debería existir ninguna objeción válida a su toma de posesión.

El analista parece concluir que Delcy Rodríguez seria la candidata con mejores credenciales para ser la nueva líder del país, en una transición.

Yo considero que el NYT muestra un sesgo que consciente o inconscientemente favorece la permanencia de Maduro en el poder. No logro comprender el juego de este diario, de tan larga historia a favor de las democracias, aunque sospecho que su postura anti-Trump (correcta en su sentido más amplio) lo lleva a deformar lo que debería ser su decidida postura a favor de la democracia venezolana.  

POSTAL DE LA HAYA, 1959


Fresas, Adrien Coorte, 1705

Mauritshuis, La Haya

En septiembre de 1959, casado con Marianela a principios de ese año, la empresa SHELL me envió a La Haya, Holanda, a trabajar en el departamento de exploración de la empresa. La Haya era la sede técnica del Grupo SHELL mientras que Londres era la sede financiera y planificadora. En La Haya se concentraban los estudios geológicos sobre las cuencas petrolíferas del mundo, a fin de guiar los esfuerzos exploratorios de la empresa en cada pais. Era, por decirlo asi, la meca SHELL de la geología petrolera. Allí los geólogos se familiarizaban con las características de acumulación del petróleo en diferentes ambientes y estructuras geológicas, a fin de aplicar luego las analogías que pudiesen existir en los países donde irían posteriormente a explorar. En esa oficina se concentraba la crema y nata de los exploradores de la SHELL, quienes servían de mentores a los más jóvenes, como era mi caso.

Yo tenía 26 años y aunque había estudiado cuatro años en USA y había salido de Los Teques, mi pequeña aldea, hacia Nueva York y luego a Tulsa, Oklahoma, mi viaje a Europa iba a tener para mí un impacto cultural y espiritual enorme.

En primer lugar, iba a Holanda recién casado con Marianela, quien luego sería mi compañera durante 62 años. Estoy seguro de que compartir con ella mi primer año de matrimonio en La Haya de la post guerra fue decisivo para consolidarnos como pareja. Estuvimos solos en un ambiente nuevo, estábamos allí el uno para el otro. Compartimos toda esa maravillosa experiencia de vivir en Europa, de viajar por diferentes países como quien va de Caracas a Valencia, un par de jóvenes salidos de familias de clase media, de modestos recursos.   Marianela había comenzado a trabajar en Maracaibo a los 15 años, y yo había sido un habitante de Los Teques, una aldea de montaña poblada por amantes de la ópera y lectores de Thomas Mann y Hermann Hesse, donde el zapatero ofrecía extraordinarios análisis sobre las estrategias de Montgomery en África del Norte, mientras nos ponía los zapatos como nuevos. Al llegar a Holanda no éramos totalmente montunos pues veníamos de una Venezuela económicamente próspera, con una cultura muy influenciada por los Estados Unidos en sus maneras cotidianas de vivir.

En segundo lugar, además de mi experiencia profesional, sin paralelo, de estudiar las grandes cuencas petrolíferas del planeta llevado de la mano de los grandes maestros, llegar a Europa, vivir en Holanda, abrió nuestros ojos venezolanos para la admiración de las bellezas sencillas y  genero nuestro amor por la pintura holandesa  de la llamada edad de oro (siglo XVII) ,  por los tulipanes y por la comida de Indonesia, la cual se comía en Holanda quizás hasta mejor que en Indonesia misma.

  EL VIEJO MUNDO FUE NUESTRO MUNDO NUEVO

Para nosotros el viejo mundo fue totalmente nuevo y nos abrió las puertas a maravillas culturales acumuladas por siglos, aun durante los llamados anos de oscurantismo, cuando los monjes medioevales salvaron para la posteridad miles de obras filosóficas, artísticas y religiosas. En La Haya todo fue nuevo a nuestros ojos. Las calles, las casas, los parques poseían una extraña fisonomía y el aire mismo tenía un olor diferente (no siempre el mejor, dentro de los tranvías). Llegamos a una Holanda aun en recuperación de los sufrimientos de la guerra, la gente aun pobre, austera, mientras nosotros llegábamos de un país con mucho dinero. Nos tomó algún tiempo cambiar de actitud, despojarnos de la capa de nuevo riquísmo que traíamos puesta, a fin de entrar a vivir en sintonía con, y al ritmo del, país.

Nuestro apartamento, número 18 de la calle Aronskelkeweg, había pertenecido a un caballero recientemente fallecido y lo alquilamos con sus muebles. Pagábamos una suma extra al mes para poder bañarnos con agua caliente todos los días. El verdulero y frutero pasaba tres veces a la semana por nuestra puerta. Nos gritaba desde la calle: ¡Groenteboer!  

El fantasma del fallecido dueño se le aparecía fugazmente a Marianela, nunca lo vi yo. Era, me decia Marianela, un anciano amable y sonriente. En aquel tibio sitio de una calle con nombre de flor vivimos nuestra luna de miel.

Además de los primeros grandes descubrimientos, incluyendo extraordinarios  restaurantes de comida indonesia como EL TEMPAT SENANG (Aun existía hace algunos años, cuando regresamos de visita) y GARUDA, el gran descubrimiento que hicimos fue la pintura holandesa del siglo XVII. Durante ese siglo en Holanda existieron unos 700-800 pintores que produjeron alrededor de un millón de obras pictóricas. Algo espectacular. Estamos hablando de Rembrandt, por supuesto, pero también de Vermeer, Ruisdael, Frans Hals, Adrian Coorte y un larguísimo etc. etc. etc. Un tesoro de inmensa magnitud, no solo em materia de retratos y paisajes sino en exquisitas naturalezas muertas. 

El primer museo que visitamos, en el centro de La Haya, era muy pequeño, pero alojaba la más impresionante colección de obras maestras de estos pintores del siglo XVII, el MAURITSHUIS. Cuando lo visitamos Marianela y yo comenzamos por Rembrandt, por supuesto, pero muy pronto desarrolle un gusto muy especial por Frans Hals mientras que Marianela prefería a Jan Vermeer. Fue en una visita posterior que conoceríamos el pequeño cuadro sobre madera que nunca olvidaríamos. Estaba prácticamente al entrar al museo. Quizás por eso paso inadvertido durante la primera visita. Era El JILGUERO.


Al descubrir el Jilguero ya no fue posible para nosotros dejarlo de ir a ver. Cada vez que estábamos en el centro de La Haya entrabamos a verlo, a admirar su belleza, la economía de sus trazos, su mirada a lo Mona Lisa no exenta de reproche por su cautiverio y lo que se ha llamado su perfecta sencillez. La tabla está firmada: C. Fabritius, 1654.

Este pintor tenía 32 años cuando pintó El Jilguero. Y ese mismo año de 1654, en octubre, murió en la terrible explosión que sacudió el centro de la ciudad de Delft, el estallido de un almacén de pólvora que caus’o centenares de muertes y miles de heridos.

A diferencia de otros pintores de la época la obra de Carel Fabritius fue escasa, solo se conocen unas diez o doce obras de su autoría. pero su jilguero ha ido ganando prestigio con el tiempo y hoy en dia está cerca del nivel de la Mona Lisa en materia de popularidad. Una novela sobre esta obra, escrita por Donna Tartt, gano el premio Pulitzer.

La obra de los pintores holandese que más se conoce es la de los grandes paisajes y retratos, pero existe un tesoro de maravillosas naturalezas muertas, de una extraordinaria delicadeza. Mi preferido es Adrien Coorte, quien se especializó en frutas y vegetales, en especial sus melocotones.



  O, sus espárragos:



Ese año maravilloso en Holanda nos preparó para una felicidad basada en la apreciación de las cosas sencillas de la vida, de la belleza de la naturaleza y nos permitió desarrollar una cierta austeridad en nuestra feliz vida juntos, por pensar que ella forma parte de una manera elegante de vivir.

  CONCIERTO PARA PIANO Y ORQUESTA # 21, W. A. MOZART



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En especial, su ANDANTE, segundo movimiento.

Y, para los expertos en música, esta es la obra que según el mismo Mozart, era la mejor que había compuesto hasta la fecha, en 1784, su Quinteto para Piano e instrumentos de Viento:

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