miércoles, 16 de diciembre de 2020

Viendo caer la nieve






Hoy me asomo a la ventana y veo caer una densa y plácida nevada. Ello me estruja el corazón porque la contemplación de cada nevada era un momento mágico a disfrutar juntos, Marianela y yo. Nunca pudimos liberarnos de ese sentimiento de admiración y sorpresa casi religiosa frente al espectáculo de la nieve, cubriendo el paisaje de blanco. Al ver esta nevada digo, lagrimoso (porque ahora la he agarrado por llorar):Cinco meses más y hubiéramos podido disfrutar de esta nevada juntos, querida Marianela.

Y es que la vida consiste en tratar de alargar los momentos felices y posponer los trágicos. Cinco meses más con ella, cuanto no daría hoy por haberlos tenido. Sin embargo, eso es una ilusión. Siempre aspiraremos a alargar los momentos felices para ver la primavera, para retozar en el verano, para admirar las hojas magenta y amarillas del otoño y ver caer la tranquila nieve del invierno.

¡Qué necio soy!

Así como tengo estos momentos de infinita nostalgia y de insensata rebeldía frente a la realidad, así regreso a tocar tierra firme, no importa cuán dura y agreste sea esa. Y mire que es dura y agreste esta tierra firme de 2020. Una terrible y desconcertante pandemia perdona a miles con leves síntomas y mata a miles con horribles sufrimientos.

Mientras una hazaña médica ha logrado poner a disposición de la humanidad unas vacunas que le darían inmunidad a millones, al mismo tiempo, aparecen voces airadas que dicen que tales vacunas son un intento de dominación por parte de un club de multimillonarios que desean tomar el control del mundo.

¿Tomar el control del mundo?  ¿Para qué?

Viendo caer la nieve pienso en los conejitos que viven en nuestro bosque y que estarán temblando de frio en sus cuevas, así como pienso en alguno que otro pajarillo congelado que será recogido mañana por una pala mecánica.  

Ello me lleva a pensar en los niños con cáncer, en los ancianos que viven sus últimos días en la noche eterna de la soledad. Y me digo:

¿Es que no podremos hacer de nuestro pequeño mundo algo más amable, algo mejor, aun si ello requiere sacrificios individuales en favor de la especie o del abandono de posturas ultranacionalistas en favor del bienestar del planeta?

Viendo caer la nieve hoy, tan placida, tan pura, recuerdo mis momentos de felicidad suprema con Marianela, ya que la felicidad – ya no me queda duda - consiste en el disfrute de las pequeñas cosas cotidianas.

Ojalá pudiera decir que Marianela me habla o que siento su presencia. Daría todo lo que aún tengo por escucharla o verla de nuevo. No, solo siento su ausencia.  Pero lo que sí puedo hacer es honrar su memoria, hablando por ella, pidiendo a mis amigos y a quienes no conozco que hagamos el esfuerzo de vivir la vida pequeña y amable, la cual es realmente la única vida.

 Porque la nieve cae y se derrite. No dejemos que el pequeño momento mágico se nos vaya sin disfrutarlo, sin que podamos – además -   depositarlo en el Banco de Ahorros de nuestra felicidad futura.   

Aún después de no estar aquí, nuestros ahorros de felicidad seguirán beneficiando a nuestros descendientes.   

Post Data: ¿Por qué los llamarán descendientes si son mejores que nosotros? 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gustavo, tienes gran oportunidad de ayudar a todos nosotros
gracias a tu verbo y a los análisis que has elegido hacer, afortunadamente
hiciste a tiempo el cambio de Venezuela a USA, y allí te ha ido
maravillosamente bien. Tus cercanos te estiman, no pasas
por fortuna el oprobio de la dominación chavista que ha despedazado
nuestras pensiones y se ha hecho fuerte en nuestro país que nos
ha visto despedidos por Maiquetía, suerte que tuvimos. 22 años de Soledad.
Mi palabra para tí es la de Fernando Pessoa que tiene poemas bonitos,
ahora es nuestro momento de Perdurar, querido amigo.:

"En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños,
yo era feliz y nadie había muerto.
En la casa antigua, incluso mi cumpleaños era una tradición de siglos,
y la alegría de todos, y la mía, estaba asegurada con una religión cualquiera.
En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños,
tenía yo la gran salud de no entender cosa alguna,
de ser inteligente en medio de la familia,
y de no tener las esperanzas que los demás tenían por mí.
Cuando llegué a tener esperanzas ya no supe tener esperanzas.
Cuando llegué a mirar la vida, perdí el sentido de la vida.
Sí, lo que supuse que fui para mí,
lo que fui de corazón y parentesco,
lo que fui de atardeceres de media provincia,
lo que fui de que me amaran y ser yo el niño.
Lo que fui —¡Ay, Dios mío!—, lo que sólo hoy sé que fui…
¡Qué lejos!...
(Ni lo encuentro…)
¡El tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños!
Lo que hoy soy es como la humedad en el corredor al final de la casa,
que mancha las paredes…
lo que hoy soy (y la casa de quienes me amaron tiembla a través de mis lágrimas),
lo que soy hoy es que hayan vendido la casa.
Es que hayan muerto todos,
es que haya sobrevivido yo a mí mismo como un fósforo frío…
En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños…
¡Qué amor mío, como una persona, ese tiempo!
Deseo físico del alma de encontrarse allí otra vez,
por un viaje metafísico y carnal,
con una dualidad de mí para mí…
¡Comer el pasado como a pan con hambre, sin tiempo para mantequilla en los dientes!
Veo todo de nuevo con una nitidez que me ciega para cuanto hay aquí…
La mesa dispuesta con más lugares, con mejores dibujos en la loza, con más copas,
el aparador con muchas cosas —dulces, frutas, el resto en la sombra bajo lo elevado—,
las tías viejas, los primos diferentes, y todo por causa mía,
en el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños…
¡Detente, corazón mío!
¡No pienses! ¡Deja el pensar en la cabeza!
¡Oh Dios mío, mi Dios, Dios mío!
Ya hoy no cumplo años.
Perduro.
Se me suman días.
Seré viejo cuando lo sea.
Y nada más.
¡Rabia de no haberme traído el pasado robado en la mochila!...
¡El tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños!" (Fernando Pessoa)


Humberto Acosta
Belo Horizonte.
Brasil.

Ps.: Las escogencias del Presidente Biden, una mejor que otra. Hoy
puso a Buttigieg, el grande, en el Cabinet. Lo veremos en la Casa
Blanca algún día en algunos años, no cabe duda.

Gustavo Coronel dijo...

Con Fernando de Pessoa pude familiarizarme en Lisboa en lo que sería nuestro último viaje juntos. Ver mi crónica de ese viaje:
https://pararescatarelporvenir.wordpress.com/2019/09/15/gustavo-coronel-viaje-de-encuentros-y-despedidas/

Anónimo dijo...

Soy Lisboeta de alma y corazón, querido Gustavo. Tu escrito sobre Lisboa es majestuoso.

Humberto Acosta
Belo Horizonte
Brasil.

Anónimo dijo...

Que hermoso escrito. Me siento tan afortunada poder leer sus escritos tan limpios y coherentes

Anónimo dijo...

Excelente Gustavo...
samchm@gmail.com