domingo, 11 de julio de 2010

Hugo Chávez: tragedia, victoria y derrota.


la cultura del chinchorro.

Pocos venezolanos pudieron imaginar en 1998 que la elección de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela representaba algo que más la victoria “normal” de un candidato “normalmente bueno o normalmente malo”. La mayoría la vió como el castigo justo que los venezolanos deseaban aplicarle a los partidos políticos tradicionales – AD y Copei – por la pérdida de eficiencia de sus gobiernos, por la corrupción de sus burócratas y la mediocrización de la gerencia política del país, ilustrada por las incoloras y hasta trágicas presidencias de Lusinchi, Pérez II y Caldera II. Quienes no votaron por él vieron su victoria como una oscilación normal del péndulo político venezolano y tuvieron pocas dudas de que, en cinco años más, el país tendría un gobierno diferente, ya que Chávez prometía ser un presidente mediocre más.
Sin embargo, Hugo Chávez ya lleva doce años en el poder. Todas las instituciones están manejadas por mujeres y hombres que solo responden a sus deseos, traicionando sus deberes hacia la nación. El ejército está casi totalmente prostituído. PDVSA ha colapsado como empresa petrolera y ha entregado la Faja del Orinoco en manos de los chinos, los rusos, iraníes y vietnamitas mientras que algunos de sus gerentes se dedican a vender comida podrida y otros a robar a la nación con descaro. Las empresas de Guayana están quebradas y paralizadas. Venezuela se ha convertido en un estado forajido, aliado de terroristas y narcotraficantes. La tradicional cordialidad venezolana se ha visto sustituída por profundos resentimientos de clase y hasta raciales. La sociedad venezolana se encuentra hoy profundamente dividida y asiste a un grotesco espectáculo, en el cual el presidente de la república usa un lenguaje de burdel para referirse a algunas de las instituciones y sectores más importantes del país: la iglesia, los medios de comunicación, los partidos políticos de oposición, los sindicatos y el estudiantado. La economía y la vida en sociedad están en ruinas y el venezolano, no importa su iedología política o condición social, es hoy fácil presa de asesinos, violadores, extorsionistas, ladrones y grupos de choque fascistoides empleados por el régimen. La burocracia oficial es corrupta, mediocre y poco ilustrada, debatiéndose de manera crónica entre la ineptitud y la cursilería.
Esto configura una inmensa tragedia para nuestro país. Pero ha sido una gran victoria para Hugo Chávez. Ha logrado destruir una textura social caracterizada por una clase media cordial y por un alto nivel de tolerancia entre compatriotas, para reemplazarla por una sociedad llena de odio, servil ante la autoridad, pródiga con los amigos ideológicos, insensible ante la miseria y la suciedad y profundamente manipuladora de la realidad. Digo que esta es una gran victoria para Chávez porque ya no hay dudas de que esto es lo que buscaba. Esta ha sido su estrategia para atornillarse en el poder, esa de dividir a la nación entre dos bandos irreconciliables.
Sin embargo el precio que ha tenido que pagar ha sido alto. Al promover esta trágica división ha logrado algunos años más en el poder, pero lo ha logrado a expensas del fracaso de lo que ha denominado su “revolución”. Uno puede mandar en un país contra la mitad de la población pero no puede hacer una revolución contra los deseos de más de la mitad de la población. Ayudado por un ingreso que llega a mil millones de millones de dólares, es decir un 10 seguido de 12 ceros, ha llevado a cabo una copiosa repartición de limosnas entre los venezolanos y algunos otros pueblos latinoamericanos, logrando una gran influencia temporal en los destinos de nuestro pueblo y de esos otros pueblos. Pero el dinero ha mermado, malgastado, regalado y robado y ya el déspota no logra mantener a todo el mundo contento. Lo mismo le pasó a Pérez Jiménez. De allí que su popularidad y su influencia hayan dado paso a las risitas y al desdén en todos los rincones del hemisferio. El líder mesiánico ha sido sustituído, en la mente de millones, por un payaso vulgar e incoherente.
Tanto la victoria temporal de Hugo Chávez como su derrota inevitable representan tragedias para nuestro país. Esto es así porque cuando el payaso se vaya dejará una sociedad destruída, llena de gentes pobres, ignorantes y llenas de expectativas falsas sobre lo que el estado debe proveerle. Los próximos gobiernos, deseosos de enderezar múltiples entuertos, encontrarán que uno de sus mayotres obstáculos será una masa malcriada por el déspota, mál acostumbrada a pensar que lo merecen todo sin esfuerzo, que todo debe ser gratis, que la educación es un asunto de atajos y calles ciegas y que quienes tienen más que ellos son bandidos que deben ser despojados de sus pertenencias. Ese legado maldito de Hugo Chávez envenará la sociedad venezolana por un futuro impredecible. Quienes reemplazen al malandro heredarán una sociedad improductiva, mendicante, indiferente y lánguida, sin un lugar entre las naciones civilizadas.
Donde se tendrá que esconder el alma mezquina y vulgar del déspota?
Acaso logrará gozar de aceptación histórica? Se le harán estatuas? Nada es imposible. Sin embargo, tanta miseria, tanta procacidad, tanto auto-bombo despreciable, tanta patanería desbordada no merece aceptación sino desprecio.
Ha visto usted una estatua de Cipriano Castro? De Ezequiél Zamora? De Carujo? De Nereo Pacheco? Donde están ahora las estatuas de Sadam Hussein y de Stalin? La historia no perdona.
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