miércoles, 26 de octubre de 2022

SHANGRI LA, BALI HAI, LURULU, LOS TEQUES 1940

 

 



                                                Los Teques

El anhelo secreto……

Anda viajero a buscarlo y encontrarlo

 

“The Untold Want”, Walt Whitman

 

 

El idioma inglés tiene una bella palabra, yearning, traducida al español como anhelo, también una bella palabra. Es un sentimiento tan profundo, tan inefable, que las palabras que se utilizan para definirlo, aunque contagiadas de esa belleza,  apenas logran sugerir – sin llegar a expresarlo plenamente - ese  infinito deseo humano, condenado a ser siempre insatisfecho, como el que llevó a Santa Teresa de Jesús a expresar, una y otra vez: muero porque no muero.   

Hemos andado siempre en  búsqueda incesante de un significado para nuestra existencia, así como de un  sitio mágico, en el cual podrá materializarse  nuestro anhelo eterno de felicidad y paz interior, sitio cuya existencia apenas intuimos, que más que creencia es un deseo que pertenece al mundo de las ilusiones, nacido al calor de lecturas de infancia, de experiencias maravillosas, de vida feliz  con amada y amigos. Desde Tomás Moro hasta la gran pantalla nos han hablado de esos sitios que veremos por primera vez o donde habremos de regresar, sabiendo que nos esperan  la infinita paz y la felicidad, las caras amadas y ausentes, las viejas calles y paisajes de la niñez.  

Para quien como yo vivió una niñez y adolescencia idílica  en Los Teques, versión 1940, estos anhelos tienen la robustez de la realidad. Los Teques  era un pueblo maravilloso, lleno de gente interesantísima y muy original, dotada de un agudo sentido del humor. Por sus calles neblinosas caminé muchos kilómetros hablando sobre Mann, Hesse, Tchaikovski o Puccini con jóvenes y viejos quienes compartían mis aficiones.  

Este anhelo de regreso a un sitio, idealizado por el paso de los años, es un tema recurrente en las artes. Quizás La Utopía de Moro no es el modelo ideal, al carecer del componente romántico que solemos asociar con el anhelo. Más apropiada sería la novela de James Hilton, “Horizontes Perdidos”, la bella historia de Hugh Conway, diplomático inglés quien encuentra de manera totalmente serendípica una población perdida en el Himalaya, cuyos habitantes disfrutan de una gran paz, de felicidad en la sencillez y de una inusitada longevidad. Es una historia de amor, no solo entre dos personas sino de amor del visitante por el sitio, de su salida y su intento de regreso, cuyo éxito o fracaso queda para la imaginación del lector.   El sitio, Shangri La, ha pasado a ser un símbolo de ese anhelo humano de encontrar  el lugar ideal adonde ir a descansar, rodeado de amor y tranquilidad espiritual.

Otro modelo posible es la mítica isla de Bali Hai, la cual aparece en la obra de James Michener “Cuentos de los Mares del Sur”, maravillosamente llevada Broadway y a Hollywood por Rodgers y Hammerstein/Logan como la comedia musical “South Pacific”. Bali Hai se divisa desde los lejos, un tanto difusa y se convierte en el objeto de los anhelos para los marinos que están en guerra. La canción dice así, oírla en: https://www.youtube.com/watch?v=4kVSPZe6ZJU

Casi todos vivimos/en una isla solitaria

Perdida en el medio de un mar nublado

Casi todos anhelamos otra isla

Donde desearíamos estar, llamada Bali Hai

Esa isla te puede llamar día o noche

Escucharás esa llamada en tu corazón

Como un suspiro marino en el viento

Aquí estoy, tu isla especial

ven a mí, ven a mí. ….

Un día me encontrarás cantando bajo el sol

Donde el mar se junta con el cielo….

O, si preferimos, otro modelo de nuestros anhelos es el sitio que el extraordinario novelista de fantasías y ciencia ficción, Jack Vance, llamó Lurulú. Durante su larga vida Vance fue un gran viajero, un prolífico escritor de prosa mágica, cuyos protagonistas andan de planeta en planeta, en el manojo de Mircea y más allá, buscando, buscando cada quien su destino, un sitio, una cualidad, una persona, que sea la respuesta a sus anhelos. En su última novela, ya ciego, Vance llama este sitio Lurulu,  algo difuso que emerge – como la venus de Botticelli – de las aguas de un océano mítico, algo deseado que podría no encontrarse jamás pero que un día cualquiera, al voltear la cabeza, podríamos verlo, maravillándonos de no haberlo visto antes, como le sucedió a Dorotea en “El Mago de Oz”.

El mensaje de Vance es el mismo mensaje que el poeta Constantino Kavafis nos da en su poema ITACA:


Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias…

Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes…..

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Más no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino

Es decir, Shangri La es el camino, es la búsqueda, más que el destino. Para Vance, su Lurulu es la celebración de la vida.

T. S. Eliot parece estar en línea con este significado de nuestro anhelo, cuando dice en uno de sus “Cuatro Cuartetos”:

Nunca dejamos de explorar

Y el final de nuestra exploración vendrá

Cuando regresemos al punto de partida

Y lo conozcamos por primera vez

Una versión macabra de este anhelo nos es ofrecida por Ray Bradbury, en sus “Crónicas Marcianas”. Un astronauta terrícola  llega a Marte y, al desembarcar, ve con deleite, que ha llegado a su pueblo, al sitio adorado donde pasó su niñez. Ve las calles, su hogar, se encuentra de nuevo con sus padres y familiares y amigos. Sin embargo, está a punto de sufrir una horrorosa sorpresa, tan horrorosa que tendrán ustedes que averiguarlo, porque me niego a mencionarlo aquí.

En mi caso particular, puedo decir que he seguido el consejo de Kavafis y he disfrutado plenamente mi viaje, en la maravillosa compañía de Marianela, de mis queridos hijos y  de una legión de inolvidables amigos y amigas quienes me han mantenido toda la vida protegido, en una burbuja de felicidad.

Pero, codicioso como soy, también he mantenido en mi mente, toda la vida, la anhelada idea de Shangri La, de Bali Hai, de Lurulú, de Los Teques 1940.  En lo más profundo de mi corazón alimento el anhelo, el yearning de que, en alguna bifurcación del estrecho y fugaz camino entre dos eternidades, me será dada la recompensa de encontrarme  con las calles, los paisajes y las gentes que amé y podré de nuevo caminar, feliz y despreocupado, por las neblinosas calles del pueblo donde vi por primera vez el bello rostro de la felicidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando se nos adelantó Bradbury, la humanidad perdió un faro.

“Me gusta tocar un libro, respirarlo, sentirlo, llevarlo… ¡Es algo que una computadora no ofrece!”

No pudo ir a la universidad, no tenía plata.

Pero por 20 centavos la hora pudo escribir su libro más célebre. En total gastó 9,8 dólares.-



Anónimo dijo...

Les recomiendo leer el libro "Cuatro Mil Semanas" de Oliver Berkeman. Le abre a uno los ojos lo breve que es la vida del ser humano en este planeta. Hay que darle prioridad a lo que es importante para aprovechar el poco tiempo que tenemos ..