Si hay algo trágico en la “Venezuela”
de Hugo Chávez es que ya no es Venezuela sino un fragmento de Venezuela, creado por
su prédica de odio. Tantos golpes le ha asestado
el sátrapa a la Venezuela que ama la libertad
y la democracia que ha terminado por
desprenderse de ella, para quedarse con una fragmento improductivo, habitado por seres casi
totalmente dependientes de sus favores, arrodillados frente a la vida, como niños
eternos e incapaces de generar su propio alimento material o espiritual. Y digo que Chávez se ha desprendido del país productivo, no por afán de menospreciar al fragmento que se llevó consigo, sino porque ello refleja nuestra
realidad. Ya hoy Chávez no vive en Venezuela. Acompañado de su Venezuelita se ha
auto-marginado, se ha convertido en un asteroide del odio, girando estéril y
sin vida en torno a nuestro planeta.
La Venezuela de la cual se
desprendió Chávez permanece habitada por
los valores y esperanzas del país de nuestros padres. Está reafirmando su determinación
de retomar el camino hacia el primer mundo. Se dispone, con renovados bríos, a
reintegrarse a la comunidad civilizada de naciones, dejando atrás el basurero
donde chapotean Assad, Ahmadinejad, Castro y nuestro sátrapa.
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