De Marte para la Isla del Burro

El informante de Chávez, el único marciano en Caracas.


Oyendo a Hugo Chávez discurrir con autoridad sobre la vida en Marte y como aquella “civilización” fue destruída por el imperialismo, me digo: “carajo, esto no puede ser”.

Me entristece pensar que miles, si no millones de compatriotas, quienes ya han vivido su adolescencia bajo este régimen podrido, pueden creerle a este pobre loco sus comentarios sobre Marte, o sobre Libia, sobre la aparición del hombre sobre la Tierra o sobre la muerte de Noah Chomsky.

Si estas pobres almas le creen a Chávez lo de las 300.000 casas por año, si le creyeron lo de los niños de la calle y lo de la ruta de la empanada. Si se han acostumbrado a esperar pacientemente que la felicidad les llegará mañana, un mañana que se estira hasta el infinito. Si creen que los cubanos son salvadores y no parásitos invasores. Si creen que los chinos nos dan dinero porque les caemos bien. Si no dudan de la institucionalidad de Henry Rangel Silva y de la honestidad de la familia Chávez. Si ven a Jorge Giordani como un anciano sabio y no como un monje loco. Si piensan que PDVSA es una empresa modelo y que los trabajadores deben tomar el control de las empresas de Guayana. Si no les pega el olor a podrido de la comida de PDVAL. Si creen que Eudomario Carruyo anda en bicicleta y lo único que tiene es una casita en Higuerote. Si piensan que Rafaél Ramírez es un tronco é gerente y que Tobias Nóbrega salvó las finanzas públicas y nunca se metió un dólar en el bolsillo. Si dicen que Nicolás Maduro es un canciller como no lo teníamos desde Parra Pérrez y que José Vicente Rangel es un luchador contra la corrupción y no es marciano.

Si creen en estas cosas, entonces es seguro que van creer lo que dice Chávez sobre Marte.

Si, lamentablemente, hay una Venezuela que cree en estas cosas y que probablemente hasta sea feliz, con la felicidad que da la ignorancia, a pesar de su miseria y de su chapoteo en el pantano de la mediocridad. Yo los felicito en su ciega resignación pero, lamentablemente, ellos no pueden construír la Venezuela del futuro.

La Venezuela del futuro es la que sabe que estamos enfrentados a una pandilla de hampones codiciosos y sin escrúpulos. Que parte del ejército está prostituído. Que PDVSA está destruída. Que hasta quienes reciben dádivas del caudillo decimonónico, como la señora Botox en Argentina y el violador de su hijastra en Nicaragua, se burlan de él en privado.

Esa Venezuela sabe que habrá que enfrentar un período de dos generaciones para que el país vuelva a ser lo que fue, si es que vuelve.

Los trece años de horror y terror han causado un gran daño espiritual a la sociedad venezolana. Hay mucho miedo, mucha pasividad,  aún entre los demócratas del presente. Hay mucha gente resignada, bajando la cabeza y hasta colaborando con los patanes y ladrones que estan en el poder.

Pero quienes no se rinden saben que no podrá haber perdón, no podrá haber arreglo, no podrá existir borrón y cuenta nueva. Los crímenes cometidos contra la nación han sido muchos y demasiado horribles. Chávez ha prostituído una buena parte del país, ha condenado la sociedad venezolana a una etapa nunca antes vista de miseria material y espiritual. El intento de nivelarnos hacia abajo, de convertirnos en patanes y limosneros, ha sido el crimen más horrendo que se haya cometido jamás contra la nación venezolana.

Chávez debe pagar por eso. El y su pandilla de unos quinientos hampones y hamponas, como ellos dirían, no podrán tener perdón ni salida elegante.

Quizá deberíamos acondicionar la Isla del Burro, aprovechando la asesoría técnica de Clodosbaldo Russián.