lunes, 9 de diciembre de 2019

Reflexiones sobre la inmortalidad




**** O, toma el café y sigue viendo la película

Cuando era niño y estaba sentado en mi casa, con la mirada ausente, sin hacer nada, mi mamá me preguntaba: ¿“Estás pensando en la inmortalidad del cangrejo”?
Debido a las advertencias de mi mamá eso de pensar en la inmortalidad del cangrejo se me hizo sinónimo de estar perdiendo el tiempo. Algún tiempo después leí un poema de Miguel de Unamuno que decía:
“El más profundo problema:
el de la inmortalidad
del cangrejo, que tiene alma,
Una almita de verdad
Que si el cangrejo se muere
todo en su totalidad
con él nos morimos todos
por toda la eternidad”

Este poemita de Unamuno le restituyó jerarquía a eso de la inmortalidad del cangrejo, porque Unamuno era un ilustre angustiado sobre ese problema filosófico. A medida que he envejecido yo también le he dedicado más atención, por razones lógicas. Y he llegado a pensar que la mortalidad individual me parece un error de diseño del Creador, quien quiera que este sea. Por qué, si se nos dio la facultad  de imaginarnos el futuro, ¿por qué no nos fue igualmente dada la facultad de verificarlo?  Eso me parece totalmente injusto. Por supuesto, en un universo puramente accidental no cabría esperar justicia pero si el universo fuese un diseño divino la mortalidad parecería ilógica.
Pensando sobre este tema me he encontrado con un bellísimo ensayo de Jorge Luis Borges, llamado: “La Inmortalidad”. Borges es uno de los seres humanos que más cerca ha llegado a penetrar el  misterio de la razón de la existencia. Fracasó, por supuesto, ya que llegar a averiguarlo es imposible, pero fue lejos en su esfuerzo.  Para Borges, al contrario de Unamuno, la inmortalidad personal es algo de menor jerarquía que la inmortalidad más genérica. A Borges le resultaba insoportable seguir siendo Borges eternamente. En este ensayo que mencionamos dice: “Unamuno repite muchas veces que él quiere seguir siendo Unamuno. Aquí ya no lo entiendo, yo no quiero seguir siendo  Luis Borges… espero morir en cuerpo y alma”.
Después de decir esto, Borges procede a hablar del alma que conserva una memoria de lo que fue en la Tierra. Y dice, bellamente: “Pienso en Jesús, que se acuerda de la lluvia en Galilea, del aroma de la carpintería y de algo que nunca vio en el Cielo y de lo cual siente nostalgia: la bóveda estrellada”.
Y aquí Borges toca sobre uno de los problemas fundamentales relacionados con el tema de la inmortalidad, ¿es del alma solamente como ente abstracto o conserva su individualidad? Yo he sido tan  terriblemente feliz en esta vida que solo puedo concebir la inmortalidad como una continuación de mi felicidad mortal. No puedo concebir, como también decía Unamuno, algo diferente al  seguir siendo Gustavo y seguir teniendo a mi lado a mis amigos, mi entorno familiar y disfrutar de mis pequeños placeres cotidianos. Pero esto nadie me lo podría garantizar, ya que, aparentemente, no todos seríamos los elegidos para ir a un sitio de bienaventurados.
¿Por qué yo sí y no mi amigo? O, peor aún, ¿por qué mi amigo y no yo?
Para Borges ese problema no existe. Nos dice, hablando de la inmortalidad personal: “Yo no la deseo, ni la temo. Para mí sería espantoso saber que voy a continuar siendo Borges. Estoy harto de mí mismo”.
Siempre he tenido una debilidad fundamental por mis amigos. Creo, como decía Goethe, que “es horrible suponer que mi amigo haya muerto inexorablemente”. No acepto la idea, por ejemplo, de que Alberto Quirós, Antonio Pasquali, Pedro Pick, Ramón Rubio, Isaías Ojeda, Jorge Losch, entre otros muchos queridos muertos, hayan  desaparecido inexorablemente.  No puedo aceptar, en el plano emocional, que algunas “almas’ vivan eternamente y no otras, como nos dice Tácito.
Cuando hablo con mi esposa sobre esto y le comento que no podría aceptar estar en un lugar bienaventurado sin mis amigos, ella me responde, en su extraordinaria sabiduría, que yo los sentiría a mi lado, no importa donde estén realmente.
No creo en la inmortalidad personal y me parece muy hermoso lo que dice Borges sobre su  modalidad de inmortalidad: “Cada vez que alguien quiere a su enemigo”- escribe – “aparece la inmortalidad de Cristo. En ese momento él es Cristo. Cada vez que repetimos un verso de Shakespeare somos, de algún modo, aquel instante en que Shakespeare creó ese verso”.
En eso sí creo, aunque sea una creencia más poética que plausible.  Creo que cada vez que pensamos en un ser querido fallecido lo traemos a la vida, al menos  por un instante. Cada vez que pensamos en nuestro padre o en nuestra madre los traemos a la vida.  Creo que cada vez que pensamos en Bolívar en Carabobo o en Tomás Moro en el cadalso o en Lincoln en Gettysburg estamos recreando sus momentos.  
Esto podría ser hasta literalmente cierto, ya que el tiempo podría ser una correa sin fin, gracias a la cual todo el pasado y el futuro están vivos, actuando en paralelo cada instante.  En este momento Sócrates está tomando la cicuta. En este momento Carlos I está siendo decapitado por orden de Oliver Cromwell en Londres o un fortuito espermatozoide, uno de millones, encuentra el camino para gestar a Albert Einstein.
Muy probablemente esto no es así. Porque, si hemos de creerle a los geólogos ¿dónde estábamos en los 4000 millones de años en los cuales este planeta simplemente  no existía?  ¿Y en los 12000 millones de años en los cuales el Cosmos aún no existía? 
¿Dónde estábamos, cuando, como dice la Biblia, solo el espíritu de Dios flotaba sobre las aguas?
Pobrecitos nosotros los humanos, quienes hemos sido condenados a pensar en estas cosas, sin que se nos hayan dado las herramientas para responder a tan terribles preguntas.
Tómate el café y sigue viendo la película.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

El misterio solo se nos desvela cuando damos el paso definitivo

a lomore dijo...

....Tómate el café y sigue viendo la película...COCO The Movie

Maria Teresa van der Ree dijo...


Me alegra mucho que estés pensando en la inmortalidad.

Yo creo que en este mundo no somos sino lo que somos ante los ojos de Dios.

Pienso que nuestros seres queridos que nos han precedido están en un lugar major donde hay paz y armonia.

Solo hay que tener Fe.

Mi cariño para ti y Marianela.

Anónimo dijo...

Anoche me acordaba del gran Erwin Arrieta. Un país que venera a un teniente coronel que

dejó a su familia (cuyos miembros escasamente conocen el significado de la palabra "trabajo")

enriquecida a más no poder, pero echa al olvido a los hombres grandes que no se robaron

un céntimo de nadie.

Increíble que un hombre con ese talento haya terminado sus días así.

https://www.youtube.com/watch?v=IMgiVTSdo1g&t=205s