miércoles, 7 de diciembre de 2022

INVITACIÓN AL GRUPO ULISES, UN CLUB DE LA TERCERA EDAD



Todos los años millones de nuevos miembros ingresan a su tercera edad. Hace 50 años este club estaba integrado por personas quienes habían llegado a la edad de 60 años. En aquella época llegar a los 40 años era ocasión para guardar duelo. Cuarentón era un término peyorativo.

Con los adelantos de la ciencia y mejores hábitos alimenticios y de ejercicio corporal el umbral de la tercera edad  se ha ido amelcochando  en el tiempo. Sucesivamente, los términos cincuentón, sesentón, hasta setentón, han ido perdiendo su carga peyorativa, esa de estar ya listo para el arrastre, para ser remplazados por imágenes de personas de esa edad bailando salsa o “empatados”  con personas mucho más jóvenes (sobre todo si tienen real),   lanzándose en paracaídas o  hasta viajando al espacio. Lo cierto es que existe un significativo desplazamiento hacia el punto de los 100 años del término tercera edad.

Nadie más interesado en reforzar este desplazamiento que quienes ya han llegado a sus setenta. Este grupo generalmente (lo dice la estadística) se siente maravillosamente bien y se pregunta por qué llegar a los setenta era visto como algo siniestro. Dicen: me siento de maravilla, esto de envejecer es  como robarle un dulce a un bebé.

Y esto tiene mucho de verdad. Los setenta son años verdaderamente  dorados. Esto es especialmente cierto si usted tiene algunos ahorros  y vive  en un país donde la cultura predominante no ve a la gente de edad como seres inservibles. Por ejemplo, cuando llegué a USA, en 2003, para quedarme, ya  tenía 70 años pero, con la ayuda de familiares y amigos, logré empleo.   Me sentía animoso, lleno de vida, contento de haber  escapado de la tenebrosa Venezuela chavista. Mis 70 fueron una fiesta.

El día que cumplí 80 años mis hijos me hicieron una celebración extraordinaria. El día estaba maravilloso, todo anduvo a la perfección y muchos de mis amigos estuvieron presentes. Hasta pude decir algunas palabras, incluyendo una cita del poema de Robert Frost (traduzco):


‘El bosque es amable, oscuro y profundo

Pero aún tengo promesas que cumplir

Y mucho trecho antes de ir a dormir

Mucho trecho antes de ir a dormir…”.

 

Ese día me sentí inmortal, feliz de estar rodeado de mi familia y mis amigos. Unos tres días después sentí un dolor agudo en el bajo vientre. ¿Apendicitis? No. Una hernia inguinal. Por primera vez en mi vida adulta (pasé una noche hospitalizado en 1938, a los cinco años, cuando me quitaron las amígdalas) pasé una noche en el hospital y al día siguiente regresé a la casa, sin hernia.

Sin embargo, como si fuera un robot programado para funcionar perfectamente por 80 años, inmediatamente después de cumplir esa edad  comencé a tener problemas.

Y a conocer diferentes consultorios.  

1.    Doctor,  me duele aquí…

Ah, eso es osteoartritis… pero como usted es hipertenso no le conviene tomar calmantes. Aguante.  

2.    Doctor, me siento a punto de morir…   

Claro, usted tiene 40 latidos cardíacos por minuto, es decir, una espectacular bradicardia. Vamos a tener que ponerle un “marcapasos”.

 

Para compensar estos nuevos achaques mi esposa y yo nos fuimos de viaje a Portugal: Lisboa, Porto, Coímbra, vinos, aceitunas, sardinas, monasterios, Cintra, pequeños pueblos, magníficos trenes. Caminábamos unos 6-9 kilómetros diarios viendo aquellas maravillas. Al regresar comencé a ver sangre en la orina. Pensé que era de tanto caminar en Portugal. Pero mi médico de cabecera me dijo: Si te duele es un cálculo.  Si no te duele es cáncer.  

Y no me dolía. Decidí operarme de mi lesión y perdí un riñón y su sistema uretral y, casi dos años después, estoy vivo, de 89. 

Claro, he ido adquiriendo una larga lista de pequeñas y medianas aflicciones, ninguna de las cuales me ha impedido vivir “normalmente”: camino todos los días, como bien, duermo bien, leo bastante, escribo en mi blog, pronto tendré un breve libro sobre educación ciudadana en las librerías de Caracas y en Amazon, estoy suscrito al espectacular New York Times y vivo plenamente la vida de un ciudadano de modestos recursos en los estados Unidos. Estoy lo que pudiéramos llamar físicamente y espiritualmente estabilizado.

Tengo dos recomendaciones para quienes están a punto de traspasar el umbral de los 80.

A.    IR AL MÉDICO SOLO PARA LO REALMENTE SERIO

Mi principal recomendación para los que se preparan para vivir sus 80 es que, a menos que tengan una aflicción aguda, como las que me llevaron a ver los médicos, resistan la tentación de ir a consultar con ellos para cada pequeño o mediano síntoma que tengan. No le presten mucha atención a un dolor por aquí o por allá, a una urticaria o picazón, o a pasajeras etapas de estreñimiento. Esas son generalmente señales de un proceso normal de envejecimiento corporal. Tratar de responder a cada síntoma se convierte para muchos octogenarios en una obsesión, lo cual acrecienta sus achaques y los hace gastar mucho tiempo y dinero en consultorios de especialistas que generalmente no ven a la persona de manera integral sino que se ocupan solo del pequeño territorio corporal de su especialidad. Cuando me pusieron el marca pasos, le pregunté al médico que lo instaló cuál sería el efecto de ese marcapasos en mi tensión arterial y me dijo: “mire, yo soy electricista, hágale esa pregunta a los plomeros”. Eso no lo hubiera dicho José Gregorio!

Los octogenarios no deberían tener sino un solo médico: un gerontólogo o, al menos, un geriatra. El problema es que los gerontólogos han desaparecido, es una especie en extinción y los geriatras son ya bastante escasos.

Y es comprensible. Porque cuando un octogenario va al médico y enumera sus quejas ellas suman entre seis y diez: hipertensión, reflujo gástrico, dolor en el pie derecho los lunes y en el pie izquierdo los martes, fibrilación auricular, artritis, gota una vez al año, picazón generalizada, fallas en el motor de arranque, neuropatías diversas, mareos, visión a veces borrosa, etcétera, etcétera, como decía Yul Briner en “El Rey de Siam”. Frente a  listas tan extensas no hay especialista que valga.

 El médico debe estar preparado para enfrentar ese cuadro multisápido y eso solo puede hacerlo un gerontólogo o, al menos, un geriatra, alguien que conozca los íntimos resortes del proceso de envejecimiento y le añada al componente curativo o paliativo una buena dosis de empatía, cualidad esencial en el médico que muchos especialistas han olvidado debido a su casi inevitable astigmatismo profesional. 

A mí, solamente a mí, porque no los recomiendo a nadie más, hay tres alimentos que me han resultado muy reconfortantes: uno es la cebolla no picante, especialmente la cebolla peruana, que es dulce y jugosa, aunque en USA también la cultivan en la zona de Vidalia, estado de Georgia. Otra es el limón, un tercero el whisky escocés, el “blend”, no el “single malt”. Los uso de manera estrictamente empírica.

 

B.    TENER UN PROYECTO

Tengan siempre un proyecto, no importa cual sea, pero que sea algo en lo cual ustedes estén interesados y puedan desarrollar, siempre con algo pendiente para mañana. En mi caso, escribo y siempre tengo un tema en la mente. Creo que los ancianos somos un potencial agente de innovación en nuestras sociedades. Tenemos la virtud de carecer de ambiciones personales a futuro. Ninguno de nosotros se ve como candidato presidencial, como émulos de Adenauer. Por ello podemos dar ideas, elaborar proyectos que vayan a beneficiar al colectivo, sin estar pensando en “como quedo yo ahí”.  Por eso un grupo, aún pequeño de octononagenarios, hemos establecido el GRUPO ULISES, dedicado a la tarea de señalar caminos claros, dignos y civilizados para  un futuro en el cual no participaremos pero cuya suerte nos es preciosa, dada nuestra condición de seres civilizados, buenos ciudadanos, empeñados en justificar el nombre de Homo sapiens para nuestra especie. El presidente del GRUPO ULISES es Rodolfo Izaguirre y yo soy su secretario general de (relativa) organización.

Aceptamos nuevos miembros, cuya única cuota de ingreso será una idea sobre cómo podemos mejorar nuestro país.  Los invitamos a integrar nuestro club.  

 

Por cierto:

En Enero 2023 tendremos nuestro primer proyecto en la calle, llamado Fábrica de Ciudadanos. Los mantendremos informados. Mientras establecemos nuestra sede permanente pueden enviar sus intenciones de pertenecer a este grupo a coronel.gustavo@gmail.com e iremos incorporándolo en nuestra lista de miembros.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

En Japón los ciudadanos más importantes son los más ancianos.

Ello explica por qué Japón es el tremendo país que es.

Anónimo dijo...

Y acá en USA se ve mucho setentón y ochentón trabajando nuevamente luego de su retirada formal de sus profesiones tradicionales, ya sea por necesidad o por que simplemente les gusta estar activos ..

Daniel Cárdenas B. dijo...

Qué excelente invitación. Me inscribo y por favor, espero que me admitan a trabajar en ese proyecto. No importa si es de portero o el que prepara y reparte el café; elabora y reparte la correspondencia, etcétera, etcétera!!!

Anónimo dijo...

Rwady para zaroar en este interesante equipo. Con alta experticia ciudadana

Anónimo dijo...

Gonzalo Acosta González.listo a incorporarme a los proyectos y a crearlos.

Gustavo Coronel dijo...

Gonzalo: dáme tu email y dáme una idea de lo que piensas que podemos hacer para mejorar la sociedad venezolana. Que edad tienes? Si lo dseseas dám un poco de info. sobvre tu actividads previa.,
mi correo es coronel.gustavo@gmail.com y estoy a tu orden

Gustavo Coronel dijo...

Gonzalo: dáme tu email y dáme una idea de lo que piensas que podemos hacer para mejorar la sociedad venezolana. Que edad tienes? Si lo dseseas dám un poco de info. sobvre tu actividads previa.,
mi correo es coronel.gustavo@gmail.com y estoy a tu orden

Anónimo dijo...

Muy buenos dias. Envié un mail hoy 17 enero 2023. Muy interesado

Anónimo dijo...

Johnny Marcano