sábado, 1 de enero de 2022

Baltasar Gracián, el tutor improbable, Tercer viaje por Serendipia

 

VIAJES POR SERENDIPIA, III

                


                         

                   Baltasar Gracián, el tutor improbable

 No siempre se ha de reír con Demócrito, ni siempre se ha de llorar con Heráclito; dividiendo los tiempos el divino sabio, repartió los empleos. Haya vez para lo serio y también para lo humano, hora propia y hora ajena. Toda acción pide su sazón… El varón de todos ratos es señor de todos los gustos y es buscado de todos los discretos.

 

«Tú, ciego, le dijo, préstale los pies al cojo: y tú, cojo, préstale los ojos al ciego». Ajustáronse, y quedaron remediados. Cogió en hombros el que tenía pies al que le daba ojos, y guiaba el que tenía ojos al que le daba pies.. Tanto necesita la diligencia de la inteligencia, como al contrario. La una sin la otra valen poco, juntas pueden mucho”.

“El Discreto”

Baltasar Gracián, 1601-1658

 

 

Mi tercer hallazgo inesperado en la comarca de  Serendipia tuvo que ver con un regalo de cumpleaños que me hizo mi padre cuando cumplí 10 años, el cual despertó en mí una gran curiosidad por comprender lo que me sonaba punto menos que  incomprensible. Se trataba de tres textos breves  que -  aún hoy, a mi edad  – me resulta difícil de leer por su estilo barroco, eran tres volúmenes escritos por un monje jesuita llamado Baltasar Gracián: “El Oráculo Manual y Arte de Prudencia”, “El Héroe” y “El Discreto”. Hoy me resulta claro que eran verdaderos textos de   educación en valores pero, en aquel momento, no los entendí como tal.  Resultaron ser un regalo inesperado, hasta visto como ilógico para un niño de diez años y podrían fácilmente haber sido objeto de mi rechazo, por la dificultad de su lenguaje. Sin embargo, al comenzar a leerlos, aún sin entender mucho de lo allí escrito, tuve la sensación de que me transmitían algo importante. Los textos comenzaron a hablarme por los caminos de la emoción. Desencadenaron en mí un verdadero entusiasmo por saber más sobre temas que se presentaban como envueltos en acertijos, que solo parecían descorrer parcialmente los velos de mi entendimiento. Recuerdo que me hacían sentir importante, hasta superior. Leyéndolos una y otra vez trataba de  despejar su significado, frecuentemente preguntándole a mi padre, o a quien me pasaba cerca, sobre el significado de algún pasaje.   

Estas lecturas de Gracián – quizás de manera inesperada para muchos pero no para mi papá  -   dieron alas a mi vocación humanista, me iniciaron en un  viaje intelectual excepcional  para un niño apenas en el umbral de la adolescencia.

Decía Gracián: “Bien se hallará quien quiera ceder en la dicha, y en el genio; pero en el ingenio, ninguno, ¡cuánto menos una soberanía!.... Gustan de ser ayudados los príncipes, pero no excedidos….”.

 Podía leer cada palabra sin entender el conjunto. Sin embargo, mi cerebro estaba recibiendo mensajes importantes. La intuición hacía el trabajo que las zonas racionales del cerebro aún no procesaban debidamente. Mis archivos mentales estaban nutriéndose de lo que sería más explicable y aplicable en mi vida adulta. Muchos años después oí decir a alguien  en la universidad de Tulsa, en Oklahoma, algo que resumía ese mensaje de Gracián: “Nobody likes a smart ass”, a nadie le gusta un sábelo todo.

Gracián decía: “[No compartas] los achaques de tu nación. Participa el agua las calidades buenas o malas de las venas por donde pasa, y el hombre las del clima donde nace. Deben más unos que otros a sus patrias…. No hay nación que se escape de algún original defecto…. Victoriosa destreza corregir, o por lo menos desmentir estos nacionales desdoros”.  Estos párrafos representaron para mí una vacuna contra el patrioterismo y el nacionalismo enfermizo que piensan que el país propio es el ombligo del universo y anteponen  intereses territoriales al bienestar de la humanidad, un egoísmo que ha sido la fuente de muchas guerras y muertes.

EL HÉROE

“El Héroe”  es una especie de guía para lo que podría llamarse un buen líder, utilizando ejemplos como Alejandro Magno, César o Catón. Incluye advertencias contra las desviaciones propias del poder. Dice: “Asombró Alejandro lo ilustre de sus proezas con lo vulgar de sus furores; y desmintióse a sí mismo, tantas veces triunfante, con rendirse a la avilantez del afecto. Sirvióle poco conquistar un mundo, si perdió el patrimonio de un príncipe, que es la reputación”.

 Para Gracián la grandeza no podía existir sin la compasión: “Gran cabeza, es de filósofos; gran lengua, de oradores; pecho, de atletas; brazos, de soldados; pies, de cursores; hombros, de palanquines; gran corazón, de reyes”.  Y aconsejaba la sencillez y la naturalidad, lo que llamaba el Despejo: “El despejo, alma de toda prenda, vida de toda perfección, gallardía de las acciones, gracia de las palabras y hechizo de todo buen gusto, lisonjea la inteligencia”.

EL DISCRETO

En “El Discreto” abunda en las virtudes que deben acompañar al buen ciudadano. Dice: “Andan los más de los hombres por extremos. Unos tan desconfiados de sí mismos, o por naturaleza propia o por malicia ajena, que les parece que en nada han de acertar…  no atreviéndose a obrar por sí, hacen procura a otros de sus acciones y aun quereres. Al contrario, otros tienen una plena satisfacción de sí mismos; vienen tan pagados de todas sus acciones…. Muy casados con sus dictámenes y enamorados de sus discursos, como hijos más amados cuanto más feos. Entre estos dos extremos de imprudencia se halla el seguro medio de cordura; y consiste en una audacia discreta, muy asistida de la dicha”.

Y nos aconseja estar bien informados, no repetir lo no sustanciado sin verificación. Dice: “la más ventajosa superioridad es la que se apoya en la adecuada noticia de las cosas, hacerse primero señor de las materias y después entra y sale con despejo”.

Hoy, casi 80 años después de haber recibido  ese inesperado regalo de mi padre, comprendo que llegó muy oportunamente. Sirvió para establecer un diálogo entre él y yo sobre asuntos que eran importantes y que muchos padres por comodidad prefieren aplazar indefinidamente.  


1 comentario:

Anónimo dijo...

El mejor consejo que me pudieron dar, el segundo día de mi primer trabajo, en 1995:

"Tus amigos son exactamente los que sabes que te acompañaron en las buenas y en las malas. Fuera de ese listado, que a lo sumo son un par o como mucho mucho tres nombres, tienes conocidos y tienes que administrarlos con distancia, prudencia y la mayor discreción posible en tus asuntos profesionales, tu dinero y tu vida personal."

Ha sido parte de mi éxito.