domingo, 16 de enero de 2022

THOMAS MANN Y ERICH KAHLER: una amistad excepcional

                                                  Erich Kahler y Thomas Mann (abajo)


Por los últimos  70 años o más  he mantenido en mi mesita de noche dos libros de cabecera que me han servido para navegar por mi vida, una navegación casi siempre feliz y llena de maravillas. Uno de estos libros es una novela publicada en alemán, en 1924: “La Montaña Mágica”, de Thomas Mann y el otro es la “Historia Universal del Hombre”, de Erich Kahler, originalmente publicado en inglés, en 1943, con el título de  “Man the Measure”.

No siempre han sido los mismos ejemplares, porque los he ido regalando a los amigos a quienes pensé les podían interesar. En este momento tengo dos ediciones, una en español (no muy buena) y en inglés (muy buena) de la novela de Mann y un ejemplar del libro de Kahler, en su versión original en inglés, ya que la bellísima edición en español del Fondo de Cultura Económica está agotada y las copias usadas en el mercado valen bastante dinero.

La novela de Mann me agarró adolescente y ya nunca más me soltó. Desde el párrafo inicial,  puramente descriptivo, me produjo una profunda impresión, similar a aquello de “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre…. Etc. “. Mann nos dice: “Un modesto joven se dirigía, en pleno verano, desde Hamburgo, su ciudad natal, a Davos Platz, en el cantón de los Grisones. Iba a hacer allí una visita de tres semanas”. Y con esa sencilla frase inicial me abrió las puertas a la historia de ese modesto joven, con quien me identifiqué de inmediato. Y, a continuación, Mann comienza a hablar del tiempo y del espacio de una manera cautivante para un adolescente ansioso de explorar esos sofisticados conceptos. Sobre el espacio dice algo que me atrajo al instante: “El espacio determina transformaciones interiores muy semejantes a las que provoca el tiempo” y da sus razones. Esa primera lectura coincidió  con el viaje que emprendí desde el pequeño pueblo de  Los Teques a Nueva York, primera etapa de mi viaje de estudios que continuaría, después de algunas semanas en Nueva York, a Tulsa, Oklahoma. En menos de 24 horas pasé del ambiente apacible de Los Teques, habitado por arrieros y  beatas, con su aire oloroso a pinos, a una ciudad de inmensa dimensión, con un aire de  extraños olores de combustibles y de castañas al fuego. Ese brusco salto en el espacio me causó transformaciones interiores, como decía Mann en su novela, que me reforzó en mi ilusoria adopción de la personalidad de Hans Castorp. Pero, ni tan ilusoria fue, puesto que muchos años después he llegado a la convicción que, como Castorp -  o más aún que el modesto joven de Hamburgo, quien aparentemente murió durante la primera guerra mundial -  he sido un “niño mimado por la vida”.

Por su parte, “La Historia Universal del Hombre” de Erich Kahler, representa, como él mismo lo dice, una nueva manera de escribir la historia, no ya desde el punto de vista de la raza humana sino desde el punto de vista del hombre y de su progresiva evolución de homínido, - viviendo en un presente eterno -  a homo sapiens.  Para Kahler, todos los hombres (y mujeres, por supuesto) pertenecen a la raza humana pero no todos poseen humanidad. Kahler escribió su libro durante la Segunda guerra Mundial, etapa en la cual muchos intelectuales europeos, particularmente  germánicos, como Kahler (nacido en Praga) y Mann (nacido en Lubbeck), llegaron a pensar en el nazismo como fenómeno representativo de la involución del ser humano hacia condiciones de barbarie que se creían superadas. Para Kahler la cualidad esencial del hombre, la que justificaría su existencia, es su capacidad de trascender, de ir, como decía Pascal, más allá de sí mismo. El libro de Kahler es como una escalera cuyos peldaños describen al hombre primitivo, su paso de la superstición a la religión, de las tribus, el feudalismo, el renacimiento, las sociedades modernas, hasta llegar a las dudas sobre el destino de la raza humana generadas por los conflictos bélicos mundiales, los cuales nos conducen a la encrucijada, la horqueta en el camino, que lleva a nuestra definitiva realización o a nuestro  fracaso y desaparición. Esta es una respuesta que está todavía en suspenso, con sustanciales argumentos a favor y en contra.

Lo que yo no sabía hasta hace pocas semanas, cuando leí por primera vez los Diarios de Thomas Mann, 1919 - 1933, es que estos dos escritores favoritos míos fueron grandes amigos. Su constante correspondencia desde 1933 hasta la fecha de la muerte de Mann, en 1955, ha sido parcialmente recogida en un volumen titulado: “An Exceptional Friendship, the correspondence of Thomas Mann and Erich Kahler”, en edición  de Cornell University Press, 1975. Ambos escritores se conocieron en Munich, vivieron cerca el uno del otro cuando estaban exiliados en Zurich en la década de 1930 y, luego, cuando estuvieron ambos en Princeton, en 1938-1939, dando clases, años en los cuales un brillante grupo de intelectuales europeos se había radicado en esa universidad,  incluyendo a Albert Einstein, Mann,  Kahler y algunos otros.  En esta correspondencia los dos escritores hablan de la guerra, de sus respectivos trabajos literarios y académicos, e intercambian impresiones sobre la vida en USA. Aunque ambos vienen de una clase relativamente alta, conservadora y elitista, Kahler es más mantuano. Su apellido, hasta que llegó a USA, era Von Kahler. Mann se revela como más sencillo y de mayor sentido del humor. Ello se refleja en  las vidas familiares de ambos, la de Mann muy abierta, con una esposa maravillosa y seis hijos que llevaron vidas agitadas y poco ortodoxas, la de Kahler casi monástica, con su esposa frecuentemente en mala salud y su madre viviendo con ellos, sin hijos. Ambos se burlan, más lo hace Kahler, de la poca  sofisticación de los estadounidenses, aunque admiran la sociedad y su democracia. Ambos sintieron mucho afecto por el presidente Roosevelt y Mann tuvo el placer de almorzar con él. Mann se molesta, en una de sus cartas a Kahler, por la interpretación tan “solemne y profunda” que los lectores estadounidenses le dan a “la Montaña Mágica”, la cual – según él – es una novela “humorística”, llena de ironía. Creo difícil pensar que Mann nos habla en serio. Aunque si veo un fino sentido del humor desplegado en la novela hay muy poco de liviano en los diálogos entre Settembrini y Naphta.  

En todo caso, los dos grandes amigos hoy siguen juntos, esta vez en mi mesita de noche y tengo el placer de conversar con ellos con suma frecuencia.  


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Tuvo tremendas amistades, Kahler, al punto que su círculo tenía denominación de origen: “Kahler-Kreis”.

Fue también muy amigo de Einstein. Es la hija adoptiva, Hanna, quién preserva muchos materiales, que de otra forma estuvieran perdidos, de Albert.

Se me asemeja mucho a Giacopini Zárraga, este señor Kahler, sabía cultivar la amistad.


Anónimo dijo...

Siguiendo el comentario del anónimo anterior sobre Kahler, para los que no conocen a Mann he aquí una reseña de su vida:

"Thomas Mann (Alemania, 1875-1955) fue un novelista y crítico alemán que se consolidó como una de las figuras más importantes de la literatura de la primera mitad del siglo XX, dado que sus novelas exploran la relación entre el artista y el burgués o entre una vida de contemplación y otra de acción.
Mann, hermano menor del novelista y dramaturgo Heinrich Mann, nació en una antigua familia de comerciantes en Lübeck el 6 de junio de 1875. Después de la muerte de su padre, la familia se trasladó a Munich, donde se educó Mann. Fue oficinista en una compañía de seguros y miembro del comité de dirección de la revista satírica `Simplicissimus` antes de dedicarse a la escritura como profesión. Estuvo influido por dos filósofos alemanes, Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche, aunque rechazaba las ideas de este último. De hecho, en uno de sus últimos libros, `Ensayos de tres décadas` (1947), analiza sus propios escritos literarios rastreando las influencias de esos pensadores y de otros artistas.
Las novelas de Mann se caracterizan por una reproducción precisa de los detalles de la vida moderna y antigua, por un profundo y sutil análisis intelectual de las ideas y los personajes, por un punto de vista distanciado e irónico, combinado con un profundo sentido trágico. Sus héroes son, con frecuencia, personajes burgueses que sobrellevan un conflicto espiritual.
Mann exploró también en la psicología del artista creativo. Muchos cuentos cortos precedieron a la escritura de su primera novela importante, `Los Buddenbrook` (1901), que estableció su reputación literaria y se tradujo a numerosas lenguas. El tema de este libro, el conflicto entre el hombre de temperamento artístico y su entorno de clase media burguesa, volverá a reaparecer en sus cuentos `Tonio Kröger` (1903) y `Muerte en Venecia` (1912), llevado al cine por Visconti, y a la ópera por Benjamin Britten. En el `Bildungsroman` `La montaña mágica` (1924), su obra más famosa y una de las novelas más excepcionales del siglo XX, Mann somete a la civilización europea contemporánea a un minucioso análisis.
Entre sus obras posteriores se encuentran los cuentos `Desorden y dolor precoz` (1925), sobre el amor paterno, y `Mario y el mago` (1930), en el que señala los peligros de la dictadura fascista y la cobardía intelectual, la serie de cuatro novelas basada en la historia bíblica de José, `José y sus hermanos` (1934-1944), y las novelas `Doktor Faustus` (1947), `El elegido` (1951) y `Confesiones del estafador Felix Krull` (1954).
El escritor español Francisco de Ayala tradujo algunas de sus obras durante su exilio en Buenos Aires. Mann fue también un notable crítico literario. Entre sus escritos críticos se encuentra `Consideraciones de un apolítico` (1918), un ensayo autobiográfico en el que llega a la conclusión de que un artista debe estar integrado en la sociedad. Su propio compromiso le llevó a la pérdida de la nacionalidad alemana en 1936 `a pesar de que había recibido en 1929 el Premio Nobel de Literatura- principalmente por su novela `Los Buddenbrook`, y eso que desde 1933 se exilió de Alemania, con la llegada de Adolf Hitler. Mann se refugió primero en Suiza y después en los Estados Unidos (1938), de donde se hizo ciudadano en 1944.
En 1953 se estableció cerca de Zurich (Suiza), donde murió el 12 de agosto de 1955. Fue padre del autor Klaus Mann y de la escritora y actriz Erika Mann. Motivaciones de la Academia Sueca para el otorgamiento del premio Nobel de literatura: `principalmente por su grandiosa novela, Los Buddenbrook, la cual ha ganado un reconocimiento continuamente creciente como una de las obras clásicas de la literatura contemporánea`. ".

Gustavo Coronel dijo...

Gracias por esos dos valiosos aportes al conocimiento de Kahler y de Mann. La vida de Mann me resulta fascinante por la liberalidad con la cual manejó su hogar, en tiempos en los cuales mucho de ello era escandaloso. Su confianza en los hijos dio sus fruto9s, ya que todos floerecieron intelectualmente. Lamentablemente, el suicidio rondaba la familia y los matrimonios de los hijos no fueron siempre sensatamente planificados. En fin,
lo que es monumental es el aorte de estos dos gigantes a la literatura y el estudio de lahisto9ria. Hay mucho más que contar sobre Kahler, quizás tu - anónimo - deseés hacerlo. Mi blog está a tu orden,
Gustavo

Anónimo dijo...

... Sobre Erich Kahler, he aquí una breve reseña también:

Erich von Kahler (14 de octubre de 1885 – 28 de junio de 1970) fue un erudito literario, ensayista y profesor europeo-estadounidense de mediados del siglo XX conocido por obras como La torre y el abismo: una investigación sobre la transformación del hombre (1957).
Kahler nació en una familia judía en Praga, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro. Estudió filosofía, literatura, historia, historia del arte, sociología y psicología en la Universidad de Múnich, la Universidad de Berlín, la Universidad de Heidelberg y la Universidad de Friburgo antes de obtener su doctorado en la Universidad de Viena en 1911. En 1912, se casó con su primera esposa, Josephine (de soltera Sobotka). En 1933, privado de su ciudadanía alemana por el régimen nazi, abandonó Alemania, emigrando a los Estados Unidos en 1938 después de un período de residencia en Inglaterra. Se convirtió en ciudadano estadounidense en 1944, donde era conocido como Erich Kahler.
En los Estados Unidos enseñó en The New School for Social Research, Black Mountain College, Cornell University y Princeton University. Fue amigo de Albert Einstein, Thomas Mann y Herman Broch, quien escribió Tod des Vergils en la casa de Kahler, One Evelyn Place en Princeton. Los amigos de Kahler se hicieron conocidos como el Kahler-Kreis (Círculo de Kahler). Al igual que Einstein, Kahler fue miembro del Instituto de Estudios Avanzados. Conoció y se casó con su segunda esposa, Alice (Lili) Loewy, mientras estaba en Princeton. Toda la familia de Kahler era muy amiga de Einstein. Kahler, su esposa Alice y su madre Antoinette von Kahler mantuvieron correspondencia con Einstein.
Los muchos libros de Kahler a menudo abordan temas políticos, además de la relación de la sociedad con la tecnología y la ciencia. Era un ardiente sionista, abogaba por el gobierno mundial y también estaba involucrado en el activismo contra la guerra y contra la energía nuclear. En 1968, firmó el compromiso "Writers and Editors War Tax Protest", prometiendo rechazar el pago de impuestos en protesta contra la Guerra de Vietnam.
Kahler murió en 1970 en su casa en Princeton, sobrevivido por su esposa, Alice, y una hijastra, Hanna Loewy. Alice Loewy Kahler murió en 1992.

Gustavo Coronel dijo...

Muchas gracias por esos datos. Mi contacto con él ha sido "Man the Measure".
Princeton debe haber sido un sitio muy interesante, al albergar a tantos genios juntos.
No conozco la obra de Broch, tendré que buscarla.