sábado, 14 de diciembre de 2019

POSTAL DESDE LA SEGUNDA FILA

General Rafael Alfonzo Ravard, presidente de PDVSA,  con sus colaboradores, visita a Cardón, 1977. Estoy  a su derecha, Alberto Quirós a su izquierda. 



Durante mucha de mi carrera profesional, tanto en la parte técnica como en  la parte gerencial, fui  lo que puede llamarse un número dos. Como geólogo fui alumno  de ilustres geólogos a quienes siempre reconocí como superiores en conocimiento, como Otto Renz y Konrad Habicht, grandes maestros de la estratigrafía y de la geología estructural o fui colega de geólogos quienes poseían mayores aptitudes que las mías para la profesión como el legendario Harold Reading, Amos Salvador, Gustavo Feo Codecido o el brillante Jacques Follot, muerto prematuramente en Argelia. Luego, en Indonesia fui número dos del inolvidable amigo Francisco (Frank) Rubio.  En el campo gerencial tuve la suerte de ser allegado colaborador de grandes gerentes como Alberto Quirós en Shell y Maravén, Rafael Alfonzo Ravard en PDVSA y Alfredo Gruber en CVG. Hago la salvedad de que no fui necesariamente número dos de estos gerentes en el aspecto jerárquico sino en mi relación de confianza y en mi capacidad de hacer aportes a sus tareas más importantes. Solamente en la CVG pude decir que fui número dos en el aspecto jerárquico. Durante mis años en Virginia, USA, he aprendido mucho colaborando con Moisés Naím.
Ello me hace recordar una frase que se le atribuye a Somerset Maugham: “Creo haber estado en las primeras sillas de la segunda fila”.
De esas experiencias como número dos en los campos técnico y gerencial he podido derivar grandes lecciones y grandes satisfacciones.  En el campo técnico pasé la mayor parte del tiempo aprendiendo de los maestros, tanto los colocados jerárquicamente arriba como los colocados jerárquicamente a mi lado. En el campo gerencial pasé años muy fructíferos como asistente, colaborador, consejero o amigo  de los números uno arriba mencionados. Nunca como simple eco o amanuense, sino como soporte, generador de ideas,  a veces critico cuando era necesario.
Esa experiencia me ha permitido pensar que el valor del número dos consiste especialmente en mantener al número uno anclado a la tierra. El buen número uno no solamente posee un sólido intelecto sino que sabe utilizar el talento de sus subordinados y les da cancha suficiente para que lo pongan en práctica. Mal número uno es quien se cree dueño del universo después de escuchar halagos y aplausos, o, en el caso de líderes políticos, palabras melosas de embajadores de otros países quienes lo mencionan en el mismo párrafo en el cual mencionan a Bolívar, como fue el triste caso de Hugo Chávez. Tanto el general Alfonzo Ravard como Alberto Quirós, con quienes trabajé estrechamente, estaban muy conscientes de sus habilidades pero siempre conservaron el sentido de la realidad. Rafael Alfonzo Ravard fue un aristócrata, lo que llamarían en Francia, un mandarín, es decir, un gerente público de excepción, empeñado en civilizar a su país a fin de cumplir con su misión. Alberto Quirós  fue un hombre salido de abajo,  dotado de una gran visión y capacidad analítica, lo cual le permitió llegar muy lejos en su carrera profesional. Alberto no quiso pagar el precio político que se le exigía para llegar al tope de su carrera, la presidencia de PVSA a la cual tenía claro derecho meritocrático.
Sobre Alfredo Gruber, todavía muy activo y haciendo valiosos aportes al país, puedo decir que era y es un venezolano íntegro y competente, quien puede sentirse orgulloso del trabajo profesional que hizo en PDVSA y en la presidencia de la CVG, trabajo del cual  fui testigo directo  como su número dos.
 ¿Cuáles son las características que debe tener un buen número dos?   Pienso que el buen número dos no está allí para decirle al número uno que es la última coca cola del desierto sino para decirle, con entera sinceridad, lo que – en su opinión -  debe o no debe hacerse, así ello contraríe la natural inclinación del número uno a actuar diferente. Sus argumentos, eso sí, deben ser lógicos y no basados en prejuicios de naturaleza ideológica. El número dos, por estar exento de la presión que generalmente se ejerce intensamente sobre el número uno desde los centros de poder, puede evaluar los pros y contras de una situación dada con mayor tranquilidad. Como decía la psicóloga Karen Horney al hablar de Freud: al montarme sobre sus hombros pude ver  un poco más lejos.
Lo fundamental en el éxito de la relación entre el número uno y el número dos es que la base existente de confianza elimina mucho de los obstáculos que el principio de autoridad generalmente impone al proceso de toma de decisiones. El buen número dos no se siente obligado a cumplir órdenes en silencio sino que puede debatirlas en igualdad de condiciones intelectuales con el número uno. Más que un alter ego el número dos tiene la posibilidad de aproximarse a ser la voz interior del número uno. Tuve la buena suerte de que el general Alfonzo Ravard me diese mucha latitud para expresar mis opiniones y me permitiera incluir en sus discursos ideas generadas por los gerentes y técnicos venezolanos sobre el correcto manejo de la industria petrolera.  
En estas relaciones, por supuesto, hay siempre un buen substrato de lealtad pero no lealtad incondicional sino vigilante, así como de  afecto personal. El proceso de utilización de un número dos por el número uno requiere una suficiente dosis de confianza en la integridad y buen criterio del número dos por parte de su jefe.
 No siempre es así. Sobre todo en el sector político, el número dos es frecuentemente seleccionado por razones de estrategia política. Cuando esto sucede el número dos suele transformarse en un rival del número uno, no ya en su colaborador. Kennedy no confiaba en Lyndon Johnson y llegó a temer que pudiera remplazarlo.  Hay casos en los cuales el número dos es una amenaza, más que un efectivo colaborador.   
La  experiencia obtenida como número dos en mi carrera profesional me sirvió de mucho para mejorar mi comportamiento cuando me ha tocado ser número uno en algunas iniciativas ciudadanas. Allí he tenido colaboradores insignes, extraordinarios números dos, quienes han llegado a tener tanta influencia como la mía en los procesos de toma de decisiones. He llegado a comprender que uno puede tener la idea, la visión, pero con frecuencia la concreción de esa visión es solo hecha posible por quienes tienen un sentido más acentuado más realista o son mejores estrategas. Así me sucedió en AGROPET, la iniciativa gerencial petrolera de la etapa pre nacionalización que tuvo tanta influencia benéfica sobre el curso de la nacionalización, cuyos resultados le deben mucho a Marcos Marín Marcano y Odoardo León Ponte y, luego, en Pro Calidad de Vida, la organización no-gubernamental que presidí por diez años, donde los aportes de Alejandro Fernández, Marcos Marín Marcano, Elita Graterol y Mélida Colmenares fueron decisivos para el éxito de algunos de los  proyectos.  Es interesante constatar que algunos de mis más efectivos colaboradores en esas organizaciones fueron mis superiores en mi carrera profesional, como Quirós y Gruber. Esto ilustra como algunas veces somos líderes, otras veces somos seguidores, los papeles pueden cambiar, como sucede con el vuelo de los gansos. Todo ello ocurre de manera natural, cuando todos perseguimos un objetivo común.   
He disfrutado plenamente de mi carrera como número dos. He sido partícipe de triunfos y contratiempos, desde mi posición de segunda fila, una de las caras detrás de las caras detrás de las caras, como los personajes en los grandes lienzos de Fran Hals. Estuve presente en la toma de importantes decisiones para las cuales hice aportes de alguna significación. Si bien no estaré en las páginas de la historia, me consuelo pensando que es preferible un anonimato que no causó daños, a la notoriedad destructiva de los Chávez y de los Maduros quienes tendrán un macabro lugar en nuestra historia. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente comentario, Don Gustavo. A veces ser el numero dos da la oportunidad de tener mayor influencia y ayudar a que se tomen decisiones exitosas. En 'esto me identifico contigo.

Anónimo dijo...

A mí me gusta verlo de la forma beisbolística, ya que sé que a Gustavo le gusta el béisbol. Dice Tim McCarver que lo importante del middle man o del set up pitcher es que allana el camino para el cerrador y es quizás el personaje del juego que menos se toma en cuenta, pues siempre se ve quién abre y quién cierra. Pocos atienden al set up, que es tan o a veces hasta más importante de quién toma la última entrada. Pero el juego no lo ganas si un set up que haga su trabajo como debe ser. Se extrapola a la vida en sí.