sábado, 13 de abril de 2013

Alfredo Toro Hardy le arrebata la corona a Carlos Escarrá


        


 

Hace cinco minutos, finalmente, dejé de pensar en Alfredo Toro Hardy como un embajador que podría eventualmente hacer un acto de dignidad frente al régimen de ladrones y analfabetas al cual sirve. Lo he creído así durante todos estos años porque es un hombre de talento y viene de una familia honorable que tiene un prestigio histórico que defender y mantener. Pero, que vá! El artículo que publica hoy en El Universal es una bajada de pantalones en toda la regla, para presentarse de manera impúdica ante Venezuela y el mundo como un solemne jalabolas. Este artículo es espontáneo, nadie se lo estaba pidiendo, y sale a la luz pública horas antes de las elecciones, para que no haya dudas de que representa un aporte proselitista, de vulgar propaganda de alguien quien debería ser un profesional de su trabajo como embajador de un país, no el abyecto lustrabotas de un chofer de autobús que ni en ese cargo dió la talla, como lo prueba su hoja de trabajo.

Es doblemente decepcionante leer esto porque Toro Hardy conoce lo que sucede en Venezuela pero ha disfrutado de un total alejamiento, muy bien pagado, de las miserias que acosan a los venezolanos. Como él mismo enumera con no disimulado y necio orgullo en su panegírico, ha sido embajador del régimen en USA, en España, en Inglaterra y, ahora, en Singapore, desde donde escribe crónicas llenas de veneno sutil contra los Estados Unidos, país que tiene relaciones con Venezuela. Ello debería ser suficiente para pedirl discreción a  Toro Hardy. Esa ausencia de profesionalismo pasaba por debajo de la mesa porque el personaje ni le olía ni le hedía a nadie. Pero ahora le hiede a millones de venezolanos. Y ahora nos explicamos por qué el tremendo guiso de PetroMarine con la gabarra Aban Pearl pudo llevarse a cabo bajo sus narices, ya que las oficinas de esta empresa semi-ectoplásmica estaban situadas al lado meeesmo de la representación diplomática venezolana en aquel país, la oficina de Toro Hardy. Será preciso interrogar al meloso embajador en torno a este episodio poco transparente que él no puede pretender desconocer y sobre el cual debe saber bastante, si es que las paredes oyen.

Su lejanía de Venezuela no le impide saber lo que dice Maduro en sus “discursos”, la crasa ignorancia que Maduro exhibe, la nula preparación que posee para enfrentar las tareas más sencillas, mucho menos la presidencia de un país. Por eso su arrastrado elogio lo muestra como un irresponsable, en el mejor de los casos.

 

Bueno, Olvídemos a Toro Hardy como posible candidato para realizar un gesto de dignidad. Aquí está hoy en El Universal, besando botas con el desparpajo de quien ya ha perdido todo pudor.

 

“Disfrútenlo”:    

 

                    ALFREDO TORO HARDY | EL UNIVERSAL

                        jueves 11 de abril de 2013 12:00 AM

Mi experiencia como embajador con Nicolás Maduro me hacen ver con optimismo su gestión presidencial en estos próximos seis años. Lo conocí en Washington, siendo él miembro de la Asamblea Constituyente y yo embajador allí. Su viaje tuvo por objeto participar en un simposio organizado por la Universidad de Georgetown en relación al proceso constituyente venezolano. Su intervención, bien recibida por una audiencia académica exigente, me proporcionó el alivió que le brinda a todo diplomático el ver que un representante oficial hace buen papel. Luego de ese primer contacto pasaron varios años antes de producirse el segundo. Fue durante el tercer viaje del presidente Chávez al Reino Unido, donde me desempeñaba yo como embajador en ese momento. En tanto presidente de la Asamblea Nacional Nicolás Maduro acompañó al jefe de Estado en los distintos compromisos pautados. Antes que nada me impresionaron su afabilidad y su condición de persona totalmente desprovista de arrogancia.

No pasó mucho tiempo antes de que fuera designado canciller y se convirtiera en mi superior jerárquico. Su primer viaje a Londres como jefe de la diplomacia venezolana me causó inquietud. Como tantos otros que recibimos su designación con sorpresa no sabía cómo podía desempeñarse en un entorno que le resultaba por entero ajeno. Bien pronto pude darme cuenta que su condición de político nato, su afabilidad y la preparación con la que se presentaba a las reuniones le permitían ganarse rápidamente el respeto de sus interlocutores. Tras una reunión con él, Tony Lloyd, parlamentario laborista y exviceministro de Relaciones Exteriores, me comentó que Maduro le recordaba a la figura de Ernest Bevin, un sindicalista sin ninguna experiencia en relaciones internacionales quien llegó a convertirse en un importante ministro de Relaciones Exteriores en tiempos de la postguerra. Mis conversaciones con él durante aquella visita me hicieron darme cuenta que se trataba de una persona con una vida espiritual sólida, segura de sí misma, sentido del humor y extraordinario dominio de los temas políticos. Era, en síntesis, no solo una persona con calidad humana sino un canciller con el cual uno podía sentirse profesionalmente seguro.


A partir de allí se sucedieron múltiples encuentros y reuniones no solo en Londres y en Caracas sino también en España, lugar a donde me tocó partir como embajador tras dejar el Reino Unido. En cada una de esas ocasiones pude confirmar la sensación de encontrarme ante un canciller que sabía lo que hacía. Maduro sabía dirigir pero a la vez escuchar, demostrar convicciones profundas pero a la vez flexibilidad, negociar con firmeza pero siempre con una sonrisa relajada y, por sobre todo, manejar la presión con tranquilidad. Mi experiencia como embajador con unos cuantos años en el oficio me ha enseñado que encontrar características como esas no es usual. De alguna manera viene a mi memoria el lema de campaña de Francois Mitterrand en los años ochenta: la fuerza tranquila.

Creo, en efecto, que si algo caracterizará a la gestión presidencial de Maduro será precisamente esa fuerza tranquila.

altohar@hotmail.com


 

8 comentarios:

Daniel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Daniel dijo...


Comparar Maduro a Mitterand....

Ya puedo morir en paz, todo lo he leido....

Anónimo dijo...

Este pantuflero que se cree Marqués también le jalaba bolas que jode al viejo hijo de puta de Caldera, lo mismo la Roya Chadertona. Se jodió este país Gustavo, se jodió pal coño. La única salida es Maiquetía.

Anónimo dijo...

El de Colombia y el de Inglaterra también opinaron.
Los Cubanos le ordenaron a ganarse el sustento, no es casualidad, lo cual les otorga un nivel de bajeza aún peor.
Donde se esconderán cuando Venezuela sea libre ?
Luis

Anónimo dijo...

Doctor Coronel:

Nadie tiene el monopolio de la verdad ni la capacidad de asignarse el derecho a la dignidad, condenando a la indignidad a los que no piensen igual. La esencia de la democracia consiste en el derecho a expresar las propias opiniones y en respetar las ajenas. En este sentido usted y yo diferimos pues nunca me atrevería a cuestionar su integridad personal por el simple hecho de que mantenga posturas políticas y puntos de vista distintos a los míos. Hasta allí, sin embargo, se trata de divergencias en la manera de entender la democracia. Sin embargo, achacarme complicidades sobre hechos que no tendría cómo conocer, por caer por entero fuera de mi área de responsabilidad, y que además tuvieron lugar mucho antes de mi llegada a Singapur, es ya harina de otro costal. Resulta absolutamente poco serio y responsable, por decir lo menos, que pretenda usted asociarme con los supuestos hechos que señala bajo el simple argumento de que la sede de esta Embajada queda en el mismo edificio donde están las oficinas de la empresa que alude. Dado que en el edificio en cuestión se congregan alrededor de doscientas compañías y embajadas, ¿deberé asumir también responsabilidad por lo que ocurre en todas ellas? ¿Deberé hacerlo incluso por situaciones anteriores a mi llegada a este país? Si yo asumiese su misma línea argumental, Doctor Coronel, usted debería estar vinculado a la CIA, pues reside en la misma ciudad donde esa agencia tiene su sede.

Alfredo Toro Hardy.

Anónimo dijo...

Chico, hay que ver que sí eres cínico. ¿Cómo puedes servir a una satrapía como esta? ¿Te crees más allá del bien y el mal?

Tus artìculos son una colección de jaladera de bolas con un ropaje intelectual. Descubriste el "antimperialismo" porque lo viste como la escalera para ascender con tu ambición desmesurada, marquesito del Toro. Das asco.
Siempre aspiraste a que Chávez te nombrara canciller. No lo conseguiste. No eres más que un patiquín con esa voz gangosa y tus maneras de pseudocaballero. Indigno.

Anónimo dijo...

este alfredo toro es un asco politicamente. Tan intelectual y tan lustrabotas.

Anónimo dijo...

Entre una protituta y un "intelectual" prostituido como este... me quedo mil veces con la protituta, pues no intenta ocultar a lo que se dedica, ni le molesta decir cuál es su precio. La prostituta se ve grande al lado de gentuza como esta. Lo cual me hace recordar a otra, Hildegard Rondón de Sansó, aquella que se fue a llorar a las faldas de CAP con su hijo menor luego de votar en el TSJ por su destitución. Ahora vendió su intelecto y su dignidad, si es que alguna vez la tuvo.

Si la familia Toro-Hardy fue alguna vez honorable, este pobre desgraciado hipotecó todo ese honor y más. Pero poco debe importarle, pues dudo que en su infeliz vida regrese por estas tierras.