sábado, 23 de marzo de 2013

Seis días por las carreteras del sur de los Estados Unidos


Mi esposa y yo disfrutamos del beisból. Hace unos días, viendo un juego de beisból de entrenamiento en la TV tuve un impulso súbito: por qué no ir a ver un juego de estos? Entré a la página de mi equipo preferido, los Tigres de Detroit, y ví que jugaban varias veces durante Marzo en Lakeland, Florida. Busqué a Lakeland en el mapa, cerca de Tampa y de Orlando. Busqué información adicional en Internet. La distancia entre los dos sitios, McLean y Lakeland, es de unas 900 millas, es decir, entre 14  y 15 horas de viaje por tierra. Ví cuando había un juego que nos gustara y seleccioné uno el domingo 17 de Marzo. Jugaban los Tigres contra los Nationals de Washington, los dos equipos favoritos nuestros. Busqué entradas en línea y compré dos en $23 cada una. Ya estaba comprometido a viajar!

Decidimos hacer el viaje en dos partes, ya no puedo manejar 15 horas seguidas. El primer día iríamos a Savannah, Georgia y al día siguiente continuaríamos a Lakeland, dos porciones de diferente duración, uns 9 horas hasta Savannah y unas 5-6 horas de Savannah a Lakeland. Y así lo hicimos.

Salimos el viernes hacia Savannah. Es un largo trecho pero las carreteras son excelentes, excepto por el tramo inicial, desde Washington a Richmond, Virginia, la cual es muy transitada por grandes camiones que obligan a una gran concentración al volante. De Richmond hacia el sur es un largo paseo. Las carreteras de Carolina del Norte son muy amplias y agradables, mejores que las de Carolina del Sur. En el camino hacia el sur no paramos mucho porque deseaba llegar a Savannah con luz del día.  Hacia las cinco de la tarde entramos a la ciudad. Al día siguiente se llevaría a cabo en Savannah el desfile del Dia de San Patrick y ello constituyó un bono para nosotros. Este desfile es el segundo mayor del mundo! O, al menos, es lo que dice el programa oficial. Resulta que Savannah posee una gran colonia irlandesa. Decidimos ir a ver el desfile, al menos una parte, ya que el sábado debíamos seguir camino hacia el sur.
Desde el hotel, situado en el “midtown”, tomamos un trolley que nos llevó al sitio del desfile, en el centro de la ciudad. Fuímos muy temprano, a las 8 a.m. porque deseábamos ver la iglesia donde se llevaría a cabo la misa y luego caminar por el sitio del desfile. Nada nos había preparado para una experiencia tan primorosa. Al llegar a las puertas de la cathedral Saint John the Baptist, el sitio de la misa,  vimos un comité de recepción de los asistentes, todos vestidos elegantemente, por supuesto con predominantes verdes. Hombres, mujeres, niños, con sus mejores galas. La iglesia estaba repleta de gente y no nos quedamos a la misa sino que salimos después de verla y absorber el bello espectáculo de gente bien ataviada. Nos fuímos a caminar por la ruta del desfile que comenzaría a las 10 a.m. Y la verdad es que es un espectáculo maravilloso. Ya había mucha gente, con sus sillas a lo largo del trayecto. En los parques de la ciudad, a lo largo de la ruta, se habían instalado muchos grupos con sus tiendas, bajo las cuales tenían comidas y bebidas de todo tipo. Eran los clanes, las familias irlandess que estaban allí reunidas. Ya se tomaba mucha cerveza y otras cosas pero todo en el más perfecto orden.  Este año se cumplían 200 años del primer desfile, llevado a cabo en 1813. Las calles estaban llenas de aderezos y, en las calles paralelas a la ruta, se podían ver las carrozas, las cuales recibían los últimos toques. En el desfile participan unas  350 carrozas o grupos y tarda unas cuatro horas en recorrer la ruta: bandas de música, la sociedad civil, caballos de la Budweiser,algunos grupos militares.

 
Savannah ese día es una ciudad verde, donde todos somos irlandeses, los participantes en el desfile y quienes asisten a verlo. Docenas de leprechauns caminan por las calles. Bellas familias se reunen. Hy en el aire un sabor a fiesta, una alegría contagiosa. La bendición que se le imparte a quienes concurren es la tradicionalmente usada por 200 años:
May the road rise to meet you,
May the wind be always at your back,
May the sun shine warm upon your face,
May the rains fall soft upon your fields,
And, until we meet again,
May God hold you in the palm of His hand.
 
Que el camino se eleve hasta encontrarte

Y el viento siempre se coloque a tu espalda

Que el tibio sol ilumine tu cara

Y la lluvia caiga suavemente en tus campos.

Hasta que nos veamos de nuevo

Que Dios  siempre te lleve en la palma de su mano

 Reconfortados con el espectáculo y la bendición recibida,  continuamos nuestro camino a Lakeland, Florida. La distancia a la frontera con Florida es corta y atravesamos Jacksonville, una ciudad que ha crecido mucho, al corto tiempo de haber salido de Savannah. La porción de la I-95 hasta llegar al  sitio donde debíamos tomar la #4 hacia Lakeland es excelente. La #4 es una via desagradable. Es la via que lleva a Orlando y el mundo de  Disney y ese sábado llevaba un río de autos que hizo del tramo hasta Orlando una pequeña pesadilla, tipo autopista regional del centro. Una vez que pasamos Orlando se hizo más fácil el recorrido.

Lakeland es una ciudad pequeña, un poco antigua, no muy atractiva. Cuenta con un bello stadium de beisból, donde se llevaría a cabo el juego. El hotel donde fuímos, llamado pomposamente “Imperial Swan”, estaba situado en una zona de clase media baja, en la Avenida Florida Sur, a unas cuatro millas del pequeño centro de la ciudad. Llegamos allí porque en Internet se anuncia como “el hotel oficial de los Tigres de Detroit”. Yo me imaginé que llegaríamos allí y que podríamos ver a Miguel Cabrera y a Omar Infante desayunándose en el restaurant y allí los agarraríamos mansitos y les pediríamos sus autógrafos. Los Tigres tienen un grupo grande de jugadores venezolanos. Además de estos dos, tienen a Aníbal Sánchez,  a Víctor Martínez,  a Avisaíl García, a un joven lanzador de apellido Sánchez, etc.
A pesar de mi avanzada edad sigo tan ingenuo como siempre. Al llegar al hotel vimos un gran letrero que decía: “Hotel Oficial de los tigres de Detroit”. Sin embargo aquello era algo así como un hotel dos estrellas en Guasdualito. Era un edificio de unos cinco pisos, pintado de color marrón mareado, que había visto pasar sus mejores días. Cuando pregunté por los Tigres de Detroit el recepcionista me dijo: “esa gente no llega a un sitio como este. Si acaso llegan aquí sus choferes. Creo que hace dos años estuvo con nosotros un primo segundo de Cabrera, que vivía en Eichagus, en Venezuela” (Achaguas).  No tenía restaurant.  
Después de mi primera explosion de indignación decidimos quedarnos allí, por la poderosa razón de que no había sitio en ningun otro hotel. La temporada de primavera en Lakeland es un gran imán para el turismo y los hoteles se llenan. La habitación era grande, el sitio no era tan malo, pero me indignó el engaño y así se lo puse por escrito a la Gerencia, mensaje que me rebotó porque la dirección electronica estaba obsoleta!! Protestar ante la gerencia del hotel probó ser tan infructuoso como protestar contra el régimen chavista, igual a mojar un trozo de algodón que todo lo absorbe sin dejar rastro.  
Ya no se ve así, está muy deteriorado

EL juego que vímos fue excelente, Washington ganó 12x10. Vímos de todo: jonrones, buenas jugadas, muchos de nestros jugadores favoritos. Cabrera no hizo nada en tres turnos y salió en el quinto inning. Infante pegó hit y Martínez un doblete impresionante. Mi esposa se contentó mucho de ver ganar a los Nationals.
Vimos de cerca a Cabrera
 
El stadium es bello y estaba lleno de bote en bote. La mitad de la gente estaba vestida de verde, todavía bajo los efectos del Dia de San Patrick. Nuestras sillas resultaron excelentes.

De regreso a casa pasamos por Kisimee, a visitar una querida sobrina y su esposo, quienes nos ofrecieron  un excelente  brunch criollo, arepas, quesos, empanadas, carne guisada. De allí continuamos viaje y paramos en St. Augustine, un bellísimo pueblo de Florida, el más antiguo de los Estados Unidos, muy español, con edificos que son vedaderas joyas arquitectónicas de corte colonial, una iglesia típica de pueblo y una  Universidad “Flager College” situada en medio de aquella maravilla de sitio.

De St. Augustine seguimos viaje al norte, parando en lo que ha llegado a ser muy divertido para nosotros: los centros de venta de antiguedades que se encuentran a la vera de la I 95, sobre todo en Carolina del Norte. En esos sitios siempre tenemos la esperanza de encontrar un Renoir en un rincón, esperanza compartida por miles de otros visitantes. Lo más frecuente es que salgamos con un plato de porcelana de Limoges que perteneció a la familia Brown, de Smithfield, Carolina del Norte, en 1877 ($12) o una biblia de la familia Smith de 1846 ($17). Además, con una estornudadera que requiere un Zirtec D inmediato.
 
Tienda de antiguedades en Selma, Carolina del Norte
 
Fairfield Inn, St. Augustine, $90. Impecable. Recomindo esta cadena ampliamente (no me están pagando por hacerlo).

El viaje fue muy agradable. Gastamos unos $260 en gasolina, unos $500 en hoteles, unos $200 en comida y otros $200 en varios, para un gran total de $ 1160 en seis dias. A lo cual hay que restarle $300 que hubiéramos gastado de no haber viajado, es decir, un neto de un poco menos de 900 dólares.

 NOTA: Todas las fotos son de archivo, ya que el programa de la MAC de mi esposa fue hackeado y no hemos podido poner las fotos que tomamos. De todas formas no son tan buenas como estas.

 

 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Una capacidad narrativa incuestionable. En verdad, sumerge al lector en un paseo a través de la imaginación en un mundo formidable donde los deseos y los sueños se convierten en realidad. Pienso que en este tipo de inversión del tiempo y los recursos familiares, es donde reside el más preciado tesoro del mundo. Saber vivir. Eso no lo da ni el poder ni el dinero. Eso lo da y lo palpan los espíritus elevados que se han formado con valores éticos, familiares y morales y con una intachable formación intelectual. No todos podemos llegar a este nivel en la vida. No se gana o se compra, se conquista con mucho esfuerzo y sacrificio. Bien merecido el viaje de UD y su señora esposa, señor Coronel. Felicitaciones por esa mágica y atrapante narrativa.
Roberto Ruiz.

Anónimo dijo...

Gracias por compartir tan bella experiencia. Un abrazo.
IC

Mileydi Perez dijo...

Gustavo, siempre con tu narrativa que atrapa. Recuerdo aún cuando tenia el placer de transcribir tus artículos en aquella oficina de Pro Calidad de Vida. Y es eso! La calidad de vida se hace día a día con la forma de vivir cada uno de nosotros, cómo actuamos, cómo respondemos o accionamos en el entorno donde nos encontramos.

Una enorme sonrisa se me dibujó en el rostro al imaginarte sumergido en la computadora buscando la información para tu viaje. Volé de inmediato al año 94 cuando te explicaba un poco sobre los intringulis de la novedosa World Wide Web en Venezuela y también recordé gratamente tus anecdotas de los viajes realizados por la ARC hacia Barrera. Y más sonreí ante tu reacción ante la publicidad engañosa del Hotel. Si vieras en lo que se convirtió el Hilton (Hoy Alba Caracas) o el mismo Crillón que ya creo no existe.

De verdad, Gustavo, me considero una privilegiada tenerte entre las personas con las que he compartido y de las que he aprendido un montón y esto se hace extensivo a tu esposa.

Un gran abrazo,
Mileydi

Gustavo Coronel dijo...

Querida Mileydi:
Me complace mucho saber de tí.Espero que estés bien, junto a los tuyos.De verdad que recuerdo con sumo placer nuestro trabajo en Pro Calidad de Vida, las angustias para pagar la renta de la oficina, lo duro que trabajaron ustedes: tu, Yeisi, Mélida y sus hijas, La Dra. Graterol, Alejandro y Marcos, Donado, Mapi y otros/otras para continuar la tarea y las pequeñas y grandes satisfacciones que nos dieron los programa de Anti-Corrupción y Educación Ciudadana. Fueron años hermosos para mi y me ayudaron mucho a ser una mejor persona y a entender el significado de la solidaridad social.
Un gran abrazo y te deseo siempre lo mejor!
Gustavo